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Ensayo

Romper el silencio, hablar del suicidio

El filósofo Simon Critchley reflexiona sobre un tabú con respeto y clarividencia

Es preciso hablar. Es necesario hablar del suicidio. Para ello Simon Critchley se propone "abrir un espacio para pensar acerca del suicidio como un acto libre que no debería ser objeto de repulsa moral o condenado en voz baja". Añade que "es preciso comprender el suicidio y es imperativo entablar una discusión más madura, compasiva y reflexiva acerca del mismo". Intenso y delicado debate el que aquí se establece. Cabe preguntarse si el ejercicio máximo de nuestra libertad como seres humanos es la de nuestra propia autodestrucción -capacidad y elección de ésta- pero al mismo tiempo surgen otros muchos debates internos y externos sobre dicha decisión que para ser considerada como ejercicio absoluto de libertad no ha de ser condicionada por otros factores más allá de ésta. Existen, no obstante, otros muchos factores y consecuencias cercanas para quienes sobreviven a la muerte de quien decide finalmente llevarla a cabo. Debate delicado, insisto, pero necesario, pues ocurre, se trata de una realidad que ahora mismo, en este mismo instante, tiene lugar y se repite.

Simon Critchley es filósofo y catedrático de filosofía, ha escrito varios ensayos y monografías y modera una columna de filosofía en el New York Times. Lejos de temer adentrarse en un tema tan polémico, nos ofrece un análisis certero, una reflexión honesta, sincera, en la que plantea algunas cuestiones básicas que nadie parece querer asumir: "Es como si nuestra proximidad al suicidio, el hecho de que nuestro destino esté literalmente en nuestras manos, fuera casi imposible de soportar y nos faltaran las palabras. Nuestra cercanía y lejanía simultáneas con respecto al suicidio nos sumen en el silencio". Critchley rompe este silencio con respeto y clarividencia. Para ello nos ofrece interesantes claves. Si cambiamos las palabras "dios" o "rey" por "Estado", "sociedad", "país" o "comunidad", curiosamente, la óptica se modifica: "En vez de ser visto como un acto soberano y libre, el suicidio se considera una usurpación de soberanía, un acto moralmente vergonzoso y reprobable de insubordinación". No sólo existían sanciones póstumas para el suicida sino también una condena eterna. Hablamos por tanto del derecho a ejercer nuestra propia voluntad en nuestro cuerpo, elección y libertad, aunque seamos seres cuya vida forma parte de una relación con otras personas, a las que nos unen vínculos afectivos cuyo lazo también queda afectado por este hecho. Es necesario analizar igualmente la causa: "Los estudios apuntan a una apreciable correlación entre desempleo y suicidio, y algunos de ellos constatan que la tasa de suicidios entre los desempleados ha experimentado un aumento significativo desde la década de 1990". Cabe preguntarse entonces cuál es la base sobre la que sustenta la decisión que conduce a alguien a sentir que su vida pesa más que todo cuanto la rodea y cuál es nuestro papel en dicha decisión y ejecución, también. En palabras de John Donne: "Creo tener en las manos la llave de mi prisión, y ningún remedio se presenta tan presto a mi corazón como mi propia espada". Que ocurriría si ofrecemos otra alternativa a esta espada, a esta prisión, en definitiva otro remedio o algo que evite la causa misma que sustenta la desesperación que esta sociedad alimenta cada día.

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