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Libros

Dos verdades honradas

Una novela y la antología poética de Joaquín Pérez Azaústre

Dos verdades honradas

En la feliz y requerida dualidad Joaquín Pérez Azaústre acaba de publicar dos libros: Corazones en la oscuridad, una novela que rehace vidas como una lámpara encendida, un parapeto contra el dolor que nos encogerá y ensanchará, y la antología poética Ella estaba detrás del laberinto, síntesis de la evolución cristalina a lo largo de los últimos quince años de un poeta amante de la palabra con encono.

Los protagonistas de Corazones en la oscuridad viven las inclemencias de este tiempo aniquilador, cuya única defensa es un golpe de boxeo y la salida del sol como acontecimiento tras la inhóspita noche. Mujeres con las riendas de su vida en entredicho, cuyo hogar será un territorio de autodefensa, en una urbanización que pertenece a una ciudad ahogada por la realidad donde no reposan los sueños. Azaústre atina a definirlo como "disciplina de la supervivencia". Cuando el futuro se tambalea inciertamente, el escritor cordobés les tiende con su esmerada prosa un puente hacia el pasado como almas resguardadas, retratos creados con la entereza de las pinceladas de la melancolía en el inmenso perfil humano de Águeda, que desde la vejez comienza a caer en la desmemoria. Entonces el novelista evocará con pluma grácil la constacia del recuerdo con una imagen de belleza despiadada, que terminará por convertirse en un billete que devuelve a su familia, irreversiblemente, al pasado, en un tiempo donde las cuberterías brillaban en las mesas y se podía tomar una copa observando la caída del sol. El teatro y, sobre todo, la pintura serán piedras angulares de un argumento en el que Azaústre nos captura. La novela proyecta el casi imposible regreso a un tiempo pretérito mejor, cuando un libro tenía más valor y era posible bailar descalzo en los hoteles.

En Ella estaba detrás del laberinto se solicita con júbilo vital un entierro en París, para que "no haya nunca más tinieblas". Una pureza no exenta del látigo de la pasión: "Háblame de países,/ de aquel viejo que duerme con su espada,/ de la dulce muchacha sobre el mármol,/ de esos peces rosados que mueren por un sueño".

También está presente el viento airado del deleite artístico donde se funden cine, música y literatura, día y noche, para contemplar "la luna sobre el mar, como un pan naranja/ capaz de alimentar todos los sueños".

La escritura, será, pues, un campo en domingo, un jersey rojo que insinúa y muestra un poema henchido de deseo y nocturnidad. Ciudades como ventanas al mar, en las que el brindis es una obligación solitaria ya que "todo whisky bebido nos salva". Poemas que disuelven las dudas "porque he salido a flote y soy la eternidad", que entablan un tratado de felicidad como una mujer sobre un pedestal de palabras.

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