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Arte

Villa Pastur: la memoria de cuatro décadas de pintura asturiana

La primera medalla del premio que lleva el nombre del crítico y promotor del Certamen "La gastronomía y la pintura" fue para "Nekane", la obra de Dolores Trabanco

Retrato de Jesús Villa Pastur.

La pasada semana tuvo lugar la entrega de premios del Certamen "La gastronomía y la pintura", que organiza en Otur Casa Consuelo y que, con una dotación de 30.000 euros, se ha convertido en uno de los más destacados de España. Creado en 1987 por el crítico de arte Jesús Villa Pastur, con carácter bienal y la modalidad de premios-adquisición, llevó el nombre de "La gastronomía en la pintura", pero dicha denominación sugería la temática, decidía los motivos y, en gran medida, el género y la tendencia plástica, abundando en consecuencia los bodegones y otras especies más o menos comestibles, y hacía de la figuración casi el único recurso posible, aunque siempre se privilegió la calidad en cualquier expresión pictórica sin necesidad de titular una obra "Metamorfosis del pollo", para justificar la abstracción, como sucedió. El problema se resolvió cambiando la preposición "en" por la conjunción "y", de modo que cada dos años, la gastronomía con homenajes a prestigiosos cocineros y críticos gastronómicos y la pintura con sus premios y exposiciones conviven en el Certamen.

La presente edición, con motivo de su décimo quinta edición, tuvo una significación especial porque en ella se rindió un sencillo pero emotivo homenaje en el recuerdo a Villa Pastur y se entregó una medalla con su efigie -magnífica creación de Juan Zaratiegui- a la ganadora del premio que lleva su nombre, dotado con cuatro mil euros, y que correspondió a una obra de Dolores Trabanco, "Nekane". Una medalla que seguirá formando parte del premio en las sucesivas ediciones.

En ausencia de actuaciones institucionales, y con la modestia y las limitaciones a las que las iniciativas privadas suelen estar más condicionadas, es de agradecer que alguien se preocupe por conservar el recuerdo de un personaje sin el cual no se puede explicar ni contar la historia de lo que fue el arte asturiano, y en particular la pintura, durante décadas. Precisamente aquellas críticas décadas durante las cuales para muy amplios sectores de la sociedad, y aún de la pintura en concreto, el precedente del grupo El Paso no había sido más que una excentricidad, algo que en ningún caso podía llamarse arte. Fue Villa Pastur, con sus críticas, charlas, publicaciones y organización de actos, quien se fue encargando, durante bastante tiempo en solitario, de ir explicando a la gente qué era aquello del expresionismo, el constructivismo, el cubismo o la abstracción. En cuanto a los artistas, de ir separando el grano de la paja, y se puede decir que fue grande la cosecha de grano porque con la creación del Certamen Nacional de Pintura de Luarca, en 1970, promovió una inquietud por la creación plástica y un afán de conocimiento del arte en la población, como pocas veces se habrá producido en España. El jurado de aquel certamen en su primera edición, que por primera y única vez se llamó "de Occidente", estuvo compuesto por Nicanor Piñole, Paulino Vicente, Pedro Caravia, Orlando Pelayo, Alejandro Mieres y Adolfo Bartolomé. Después, cada año y durante casi treinta, se rendía en el verano luarqués público homenaje a una figura consagrada de la pintura asturiana: exposición, publicación de un libro y comida a la que concurrían aficionados del arte de toda Asturias, además de otra exposición con las obras seleccionadas y premiadas en el concurso de pintura. Su repercusión probablemente explique el hecho de que la mayoría de los pintores asturianos más reconocidos formados en aquella época tuvieron su origen en el occidente de Asturias.

El entonces consejero de cultura, Fernández de la Cera, escribió tiempo después que Villa Pastur debería ser nombrado "benefactor" del Occidente, y su labor como profesor de arte y literatura en el instituto de Luarca, sus subastas de cuadros pedidos a los artistas y esperadas en toda Asturias, para sufragar el viaje a Florencia o Roma de sus alumnos, también contarían para el título. Pero el "benefactor", "el hombre que nunca pedía nada" salvo esos cuadros, dejó de contar en 1997, abruptamente, como responsable del Certamen de Luarca, precisamente en el mes del último homenaje, exposición, libro y comida, dedicados aquél año a Melquíades Álvarez, en los que Villa no participó. El certamen siguió, como se sabe, pero sin Villa Pastur ni su recuerdo.

Sin embargo, sí reivindicamos ese recuerdo en el Certamen de la Gastronomía y la pintura, que él creó, con el Premio que lleva su nombre y la medalla con su inolvidable figura. No es mala idea visitar la exposición, en Luarca o Navia de la obras seleccionadas y premiadas en la presente edición.

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