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Arte e insatisfacción en el debut de Peyrou en la novela

Poeta, cuentista y traductor de reconocida solvencia, Mariano Peyrou, nacido en Buenos Aires y trasterrado a España en 1976, cuando apenas contaba cinco años, se estrena en la novela con este De los otros, que está siendo objeto de inmejorable acogida crítica. Al cabo de unas pocas líneas, el lector comprenderá que Peyrou no le va a contar una historia banal. En primer lugar, porque no está dispuesto a escribir como si el siglo XX no hubiera quebrado y requebrado los modos de interpelar al lector. En segundo lugar, porque el arte, la excelencia, la mediocridad, la insatisfacción de quien logra construir su carrera creativa y a la vez se condena a ser seguido sólo por una élite son líneas maestras que alimentan una narración ensimismada y a la vez coral. De los otros, inervada por el humor y vivificada por ágiles diálogos, transcurre en el fin de semana que el protagonista, un compositor de música contemporánea, pasa en una casa de campo en compañía de su pareja del momento, amigos y visitantes. Una inteligente reflexión sobre los misterios del arte y la identidad.

Una cumbre de la literatura japonesa de misterio y crimen

Saber que Edogawa Rampo, pseudónimo de Hirai Taro (1894-1965), es nombre que resulta de pronunciar Edgar Allan Poe al modo nipón ofrece una pista inequívoca para orientarse sobre El extraño caso de la isla Panorama. En los años previos a la II Guerra Mundial, Rampo, también influido por Conan Doyle y Maurice Leblanc, fue el más sobresaliente de los escritores japoneses de crimen y misterio, género al que dotó de innegable profundidad psicológica. Así pues, los aficionados que deseen ampliar el árbol de sus lecturas tienen ahora inmejorable ocasión gracias a la historia del oscuro Hirosuke Hitomi, un escritor cuyas ansias de edificar una obra grandiosa se ven alicortadas una y otra vez por la realidad de sus mediocres realizaciones. Un curioso azar pondrá, sin embargo, a su disposición una inmensa fortuna gracias a la cual podrá remedar al Creador y dar vida a una perversa utopía. Pero junto con el dinero recibirá, además, una imprevisible simiente de destrucción encarnada en un cuerpo de mujer?

El apogeo de la Gran Manzana contado por Jan Morris

De la galesa Jan Morris (1926) -periodista, historiadora, viajera- tuvimos no hace mucho la posibilidad de comprobar hasta qué punto está dotada para agarrar un asunto por los cuernos y convertirlo en una crónica de quitar el hipo. Fue en La coronación del Everest (Gallo Nero), la narración en exclusiva y en tiempo real de la conquista del techo del mundo en 1953 por Edmund Hillary y Tenzing Norgay. Ahora se nos ofrece la oportunidad de saborear otro de sus textos. Retrocedan ocho años, bajen del techo a la capital del mundo y desembarcarán en Nueva York, en junio de 1945, apenas un mes después de que llegase a su fin la guerra en Europa. Descubran cómo era Manhattan en su apogeo, en ese momento de arranque de los Gloriosos Treinta en el que hormigueaba de vida, sonreía optimista y se dejaba surcar por las notas del jazz y las explosiones pictóricas de Pollock. Mientras tanto, nada menos que Jan Morris la observaba para contarla. Grande.

Mago de la paleta y padre del naturalismo danés

Dos novelas, siete relatos y un libro de poemas póstumo bastaron para situar al danés Jens Peter Jacobsen (1847-1885) en el libro de oro de las letras escandinavas. Si preguntan por ahí, les dirán que Jacobsen es el padre del naturalismo danés. Sin duda son ya credenciales sólidas para que los aficionados al rastreo literario le presten atención. Máxime si se les resalta que, junto a Ibsen y Strindberg, compone el trío que inaugura la modernidad nórdica. Pero es que, como comprobarán quienes lean la primera página de Mogens, hay mucho más. Jacobsen, que compaginó la escritura con la investigación botánica, tiene una paleta expresiva de una sorprendente amplitud, que combina con un original movimiento de los ángulos desde los que la voz narradora se comunica con el lector. Y, además, su raíz realista deambula por senderos que lindan con mundos fantásticos apenas entrevistos ("Mogens") o descienden a las pozas de la superstición. A Rilke, el resultado le pareció sencillamente sobrecogedor y grandioso.

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