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El juego literario de Carmen Gómez Ojea

La narrativa de la autora asturiana crea un espacio para superar la discriminación

Las escenas creadas en su narrativa, al igual que los espacios imaginarios/reales en el mundo, están pobladas de mitos, pero los juegos que da a los mismos acaban superando los códigos discriminatorios que transmiten. Y si jugamos al juego de Carmen Gómez Ojea, llevando sus técnicas narrativas a la vida "real", seguramente, tendremos la ocasión de superar la discriminación contra las mujeres y demás gentes "diferentes".

El primer paso sería no olvidarnos de nuestras raíces culturales, dejar de creer que los mitos pertenecen al pasado. Con este fin, sitúa lo antaño en el presente y se salva del optimismo simplista y el pensamiento lineal que esporádicamente habla del regreso del pasado. En la estructura política del mundo, las posiciones son engañosas y el espacio que nos rodea se presume de una calidad que no posee. Por eso, las personas que se contentan con quedarse en la ciudad y en sus casas se consideran como muertas en vida, tampoco les salva los constantes viajes físicos dentro y fuera de las fronteras de su país. En este contexto, el espacio literario es la única salvación siempre y cuando la palabra sirva para unir a los seres humanos sin descuidar su diversidad.

Las voces narradoras de sus novelas se combinan para crear una alianza en la cual se mantiene la multiplicidad. La gran cantidad de historias, anécdotas y mitos ocurridos en diferentes momentos del tiempo cronológico produce el desplazamiento continuo entre conceptos y posiciones diferentes y hasta dispares. En su literatura, todas las voces calladas se escuchan aquí y ahora con la misma intensidad. Por lo mismo, nos empuja a salir del lugar que en el plano intelectual nos hemos dedicado, un poco más arriba de algunos y un poco más abajo de otros, para conocer un espacio en el cual todos tienen voz y voto. Así acabamos viéndonos simplemente como una persona más.

Las anécdotas tan breves que duran nada más que un suspiro no se han colocado por azar ni por puro entretenimiento, guardan en sí un potencial explosivo y un significado muy profundo en relación con el universo literario que crea. Su estructuración parece ser una imitación del universo que en cada célula pone los datos del mundo suficientes para crear un nuevo universo. Esta estructura minimalista que nos invita a descubrir el mundo en la partícula más pequeña, nos invita a hacer una lectura entre líneas y valorar lo callado detrás de una palabra o un gesto aparentemente insignificante.

El respeto hacia lo que se ha despreciado en nuestro alrededor, nace del interior de las personas que no se dejan llevar por su entorno y su vida, se convierte en la búsqueda de un espacio propio que, por su construcción, de alguna manera, se parece a las muñecas rusas o matrioska: la ciudad en cuyo cielo brilla la luna es un medio que abarca el piso de la persona, quien en su interior cuida y reconstruye constantemente la morada de su infancia, así como el deseo de una acrópolis utópica como un espacio de salvación. En lo más interior, reside todo lo que está en el exterior: la naturaleza, la ciudad y todos sus movimientos. La morada verdadera no es el piso ni la ciudad sino el espacio que va buscando y construyendo en su imaginario.

En el espacio que Carmen Gómez Ojea crea en su literatura caben todas las historias porque es inclusivo y unitario. En un largo vuelo de avión, conoce a una mujer musulmana, emigrante y de origen iranio que vive la vida como una pesadilla y no duda en contar su historia en una novela creada a partir de la imaginación de cinco mujeres que van a ser primero nueve y luego la infinitud.

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