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ANTONIO GAMONEDA | POETA

"Tengo reparos con mi segundo tomo de memorias por el sufrimiento que pueda causar"

"Ahora estoy a punto de sacar en España y México un nuevo libro de poemas, La prisión transparente; estamos encarcelados en nosotros mismos"

"Tengo reparos con mi segundo tomo de memorias por el sufrimiento que pueda causar"

A Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931) le llegó el reconocimiento literario tarde, al menos más tarde que a la mayoría de los autores de la Generación del 50, promoción poética a la que él pertenece por edad pero a la que no se siente ligado y cuya existencia como tal cuestiona. Hace diez años, en el 2006, obtuvo el premio "Reina Sofía", el "European Prize for Literature" y el "Cervantes". Una tacada con la que sueña todo escritor. Está a punto de llegar a las librerías su nuevo libro de poemas, La prisión transparente, y tiene prácticamente concluido otro. Sigue, en cambio, dándole vueltas al segundo tomo de sus memorias. De todo ello, y de poetas como Ángel González, Gil de Biedma, Claudio Rodríguez o Valente habló con LA NUEVA ESPAÑA en su reciente visita a Gijón, donde se sumó al homenaje al pintor Alejandro Mieres.

-Ha colaborado con pintores como Tápies o Barjola y ha mantenido a lo largo de los años una atenta inclinación por el arte?

-Cuando tenía responsabilidades culturales en León se montaron bienales de arte e incluso una sala con cierta importancia, la sala Provincia. Todavía debo de pertenecer a la Asociación Europea de Críticos de Arte, aunque ya no ejerzo desde hace unos cuantos años. Tengo cierta familiaridad con el trabajo de los artistas.

-Son habituales las conexiones entre poetas y pintores.

-Ha habido siempre una interinfluencia; podemos ir a Goya, por ejemplo. Hay leyes compositivas análogas. Un ejemplo: podemos comparar dos segmentos iguales con dos endecasílabos que ofrecen un hecho estético. Por hacer una división, unos son artistas del tiempo y otros del espacio.

-¿El pintor sería un artista del espacio y el poeta, en cambio, lo sería del tiempo?

-Exacto. También la música se proyecta en el tiempo para que podamos escuchar su armonía. La pintura está en el espacio, mientras que la poesía es oralidad.

-¿La poesía es a la vez ritmo e imagen?

-Fundamentalmente es así. Lo del ritmo ya lo decía Aristóteles, así que no es ningún descubrimiento.

-Su amigo Alejando Mieres dice que todo arte es abstracto y que lo demás son bobadas.

-Estoy de acuerdo, y hasta tal punto que puedo poner ejemplos muy claros. "La condesa de Chinchón" es un magnífico retrato de Goya. Tapemos el rostro del personaje y quedémonos con el vestido. Veremos ahí que la obra estética tiene fundamento en una abstracción. Una composición pictórica, poética o musical no se da en función de una representación figurativa, sino de unos equilibrios internos a la propia obra. Y eso supone una abstracción.

-¿Qué ha cambiado en su vida en esta última década, después del premio "Cervantes?

-Pues, mucha más actividad social que va disminuyendo en la medida que envejezco. Mi poesía no es mejor que antes del premio. Me llaman sin darse cuenta de que ya no tengo edad para ir todos los años tres o cuatro veces a América. Tengo menos tiempo para escribir.

-A cambio su obra llega a muchos más lectores?

-Bueno, eso no la mejora.

-¿Sigue escribiendo poesía?

-Sí, y también otras cosas.

-¿Y para cuándo esa segunda parte de sus memorias?

-Está hecha, pero he decidido reescribirla.

-¿Por qué? ¿No está a gusto con el resultado?

-Tengo cierto problema al hablar, en ese segundo tomo, de unos años difíciles: los de la clandestinidad y la resistencia; de los amigos, que algunos lo pasaron peor que yo; un mundo terrible y violento. En unas memorias hay que decir la verdad, de lo contrario es mejor no escribirlas. Pero esa verdad puede que haga sufrir, aún hoy, a algunas familias. Así que tengo reparos morales por ese sufrimiento que pueda causar. Me hago la ilusión de que volviendo a escribirlas tal vez encuentre la manera de no herir.

-La primera entrega tenía un ritmo poético sostenido?

-Sí había algo de eso y me gustaría que no decayera, pero los problemas mayores que tengo son de tipo moral.

-¿Y la poesía?

-En unas semanas saldrá de manera simultánea en México y en España, en Vaso Roto, un libro que se titula "La prisión transparente". Estamos, de alguna manera, encarcelados en nosotros mismos. De eso tratan los poemas. Es cierto que la palabra transparencia la han deteriorado los políticos, pero a ver si entre todos podemos rescatarla. Y tengo otro libro, también acabado, que tardaré un poco más en publicar.

-O sea, que sigue escribiendo con bastante regularidad?

-Como dicen en nuestra tierra, "después de vieyu, gaiteru". En octubre iré a México, y después a Nicaragua.

-Le incluyen en la Generación del 50, una nómina con poetas muy distintos pero que ha aportado voces muy notables a la poesía española del siglo XX.

-Una generación literaria que no existe. Las voces que ha aportado son individuales, no de grupo. No hay una tendencia homogénea.

-Algunos de esos poetas comparten un cierto realismo crítico?

-Pero no es lo más importante de esa aportación. Lo mejor de Ángel (González), por ejemplo, es el diseño lírico conciso, sin esparavanes lingüísticos, la ironía. Lo que a mí me interesa es lo que se acerca a la representación de emociones individuales, la tensión lírica sobre esa vivencia individual, más que las cuestiones programáticas del realismo. Esa inexistente generación dio poetas importantes. Para mí, el que más, es Claudio Rodríguez. Con la excepción de Lorca, hay que ir al Siglo de Oro para encontrar una voz así.

-¿Y Valente?

-Valente, sí. Era un poeta más cerebral que Claudio. Al final de su vida quizás se dispararon un poco ciertos misticismos suyos.

-¿La obra de Gil de Biedma le interesa menos?

-Sí, bastante menos. Era muy inteligente, pero un poeta menor. Hizo una traducción y un magnífico prólogo de los ensayos de Eliot.

-Pero logró una depuración retórica de alcance?

-Con unos resultados menores, en todo caso. La poesía de Gil de Biedma es inferior a su capacidad intelectual. Claudio Rodríguez es el caso contrario. Ahora, poeta por poeta no hay comparación posible, a mi juicio, y con independencia de que Gil de Biedma, con otros mecanismos y muchos millones en la cartera, haya tenido una gran proyección.

-¿Es algo que supieron hacer bien los poetas de la llamada "Escuela de Barcelona"?

-En una entrevista que le hizo Jesús Fernández Palacio, Gil de Biedma dijo muy claramente que la Generación del 50 había sido inventada en una operación que se podía llamar de marketing. ¡Qué voy a añadir yo!

-¿Y el resto de poetas de esa época?

-Carlos Sahagún era una persona magnífica, me interesa. Brines es un buen poeta, pero hay aspectos de su personalidad que me interesan menos.

-Hay poetas de ese tiempo que han quedado un poco olvidados, como César Simón, del que ahora se publica su poesía completa.

-Bueno, es la consecuencia del provincianismo en el que yo estuve y al que me gustaría regresar. Magnífico poeta al que orillaron las circunstancias.

-¿Esa fidelidad a la provincia, como ha sido también su caso, les ha perjudicado o demorado más de la cuenta el reconocimiento de su obra?

-No suelo decirlo, pero se subraya que en mi caso el reconocimiento de mi trabajo ha sido tardío. No me quejo. Es posible que también haya ocurrido en otros casos.

-A usted le ocurrió con "Blues castellano", su último libro figurativo.

-La primera edición se publicó en Gijón (por Noega). Es un libro que estuvo muchos años en el cajón, hasta la llamada Transición. Una editorial lo había presentado, años antes, a la censura. Tuvo problemas, así que se publicó fuera del curso natural de mi escritura y después de libros que ya reorientaban mi poesía. Es un libro al que quiero, que tuvo escasa suerte. Me alegra que, después, se le haya empezado a coger cariño.

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