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Poesía

La canción trascendental de Vicente Gallego

El poeta obtuvo con Ser el canto el premio "Generación del 27"

Una inmensa canción circular de 50 poemas englobando y rodeando a la vida y el mundo. Es el contenido esencial de Ser el canto, premio de poesía Generación del 27 y último poemario de Vicente Gallego. Una obra de corazón de aliento puro en comunión con los milagros cotidianos de la naturaleza.

Vicente Gallego desvela así las incógnitas del planteamiento y motor interno del libro: "El título afirma que el ser real -es decir, la plenitud de conciencia- y el canto- es decir, la gratitud incondicional- son una sola verdad o, si se prefiere, la verdad y su expresión necesaria como asombro y gozo de vivir tan abundante. ¿Podemos separar penas de alegrías? El amor ama el mal, pues ama el bien. Así pues, la función de la poesía, que expresa lo más fino del sentir universal y no la opinión de un parroquiano, es resolver en canto sostenido la aventura apasionante de vivir."

Muchos de los poemas contienen interrogantes, ante el dilema de si la poesía es una pregunta. "En poesía las preguntas actúan muchas veces como afirmaciones hiperbólicas y creo que esa es la dirección a la que apuntan muchos de los interrogantes que abren estos versos", afirma el poeta.

En Ser el canto opta por un verso breve y conciso. "Cuando se escribe con la humildad que requiere todo acercamiento al ámbito de la poesía, uno no puede optar por nada, aunque parezca todo lo contrario. Es el idioma el que se está manifestando, y debe hacerlo según necesidades internas en este instante irrepetible de la creación. Decía César Simón que el que tiene algo que decir, obedece; y que aquel que no obedece sólo juega. El concepto de autor debe referirse, sin excepciones, a un fantasma, a ese que jamás está presente cuando la verdad poética se impone".

En línea con Cuaderno de brotes y Saber de grillos, sus anteriores libros, en esta nueva obra el poeta valenciano progresa en la apertura de un nuevo proceso de escritura. "Lo que desde fuera puede percibirse en esos libros es una clara vocación de avanzar hacia un mayor despojamiento, que es el único camino fiable que se extiende de continuo bajo nuestros pies. En eso quisiera estar a jornada completa, ha llegado un momento en que veo muy claro que es tan importante lo que uno escribe como aquello a lo que renuncia", explica Gallego. Es apreciable y remarcada una evolución desde sus primeros poemarios, cercanos a la poesía de la experiencia, pasando, después, por un tono más existencialista, hasta llegar al momento actual. "Yo lo resumiría mejor así: han tenido que pasar muchos años hasta que la poesía ha infundido en mí el respeto que se le debe. Publiqué muchas cosas -meros caprichos y atrevimientos de principiante- que no eran poesía de la experiencia ni de ninguna otra clase, porque la poesía verdadera no admite etiquetas. No es que piense que ahora estoy en posesión de la verdad poética, pero al menos tengo claro que voy a tratar de ofenderla lo menos posible".

El magisterio de Francisco Brines es más que evidente en Vicente Gallego: "Sin su ejemplo, todo habría sido mucho menos sencillo y hermoso. Él me enseñó respeto por lo que llama la fatalidad de la poesía".

El "grupo de Valencia" fue una etiqueta acuñada para englobar, entre otros, a Carlos Marzal, Miguel Ángel Velasco, y al propio Gallego, que duda sobre la consistencia de tal movimiento a la hora de definirlo. "Eso de los grupos siempre me ha sonado un tanto artificial, como si uno cogiera un zapato y se empeñara en tallarle un pie a medida. Hay gente en Valencia, a la que quiero y admiro, que está haciendo cosas verdaderamente interesantes en cuanto a la poesía se refiere. Incluso hay rasgos compartidos, pero de eso a hablar de un grupo, creo que resulta un poco engañoso. En poesía, cada cual propone desde su senda retirada". Transitar por la suya se lo ha dado todo a Vicente Gallego.

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