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DOMINGO CABALLERO | LINGÜISTA, PSICÓLOGO Y POETA

"De la poesía me molesta casi todo"

"Me apetecía hablar del polígono: actualmente la gente los asea, pero la idea de que son una cosa triste, siniestra, no acaba de desaparecer porque quizá ésa sea su esencia"

"De la poesía me molesta casi todo"

El lingüista y psicólogo Domingo Caballero (1941) publica nuevo poemario, Una silla roja (KRK) tras su regreso a la poesía con Fauna de varia lección (2008, KRK) y Pasos contados (2012, KRK). Él, colaborador de este suplemento y que fue mi maestro en la Facultad de Psicología de Oviedo, firma un poema-río que transcurre en lo-afuera de la ciudad, en el polígono. Ahí hay un artefacto colorado al que el sol calienta y que pasa por trabajadores, prostitutas, subsecretarios o presencias divinas mediante un lenguaje único, irónico, brillantísimo, fuera de generaciones.

-En el centro de "Una silla roja", el polígono y la ciudad. Dice en un verso maravilloso: "Son los polígonos/ los que deciden/ la ciudad,/ la delinean".

-Me apetecía hablar del polígono: actualmente la gente los asea, los clarea, pero la idea de que es una cosa triste, siniestra, no acaba de desaparecer porque quizá esa sea su esencia. Pareciese que el polígono fuese opuesto a la ciudad y resulta que es lo que le da sentido. El polígono produce mercancías a las que la ciudad da valor de cambio. Sobre el verso que citas: tiene un sentido hegeliano: una cosa es lo que no es. Cuando el polígono y la ciudad se oponen, a la vez se aclaran: si todo fuesen polígonos, no tendrían valor ni negativo ni positivo pero justamente porque están en contraposición tiene esa valoración, por eso generan la ciudad. Consecuentemente, como no vivimos en polígonos, éstos son la negación total del ciudadano.

-A nivel moral el polígono es lo obsceno: lo que está fuera y que, además, no queremos ver pero que está ahí.

-Es justo lo que cuento en el poemario con una procesión de prostitutas: hacen ver lo que no queremos ver. Esto se advierte también cuando la gente evita que unos niños las vean: en sentido irónico, cuento que la gente sigue obsesionada por el sexo y adyacentes a pesar de tenerlo más fácil que nunca.

-Todo en "Una silla roja" está sujeto a la contradicción, incluso la propia silla que es, a un tiempo, basura y, según le dé el sol, majestuosidad.

-La silla se puede convertir en un dosel lujoso, con paneles de oro, que te haga pensar en una iglesia barroca. Es algo surrealista y se explica a mediados del poema: estar sentado no es simplemente doblar el espinazo. Estar sentado es estar asentado. A partir de ahí tiras de ello. ¡Y encima roja! No hay muchas sillas rojas por el mundo: es una 'boutade' que hago porque este poema mío es de una ironía constante.

-"Una silla roja", frente a sus poemarios anteriores, es el que más coloca al lector de cara a la lucha de clases.

-Es un poema social y crítico. Está generado por un debate consustancial al signo, entendiendo que el poema es un signo por sí mismo, aparte de que luego lo parcelemos.

-Dónde ve más poesía, ¿en las prostitutas o en la Virgen?

-En las prostitutas, sin duda. Además tienen una sensibilidad especial, aunque yo no lo sepa en primera persona porque nunca he ido de putas: los que te cuentan que van de putas afirman que lo primero es echar el polvo pero que el resto del tiempo se dedican a contarles a ellas lo tristes que son sus vidas. Es decir, las prostitutas cumplen una función realmente caritativa y poética.

-Lo que niega es que las prostitutas sean las únicas con tarifa: "que a todas constituye,/ que a todos nos constituye./ La tarifa."

-Esa tarifa se vuelve contra nosotros. Todos dependemos de una tarifa: las prostitutas, hasta para la izquierda, son una cosa horrible. Nos dicen que "las prostitutas venden su cuerpo". Perdone: el cuerpo lo vendemos todas y todos, porque todos tenemos tarifa. Cada vez que pienso en el cuerpo, me acuerdo del personal de limpieza, al que le aparecen sabañones de tanto frotar. Eso también es su cuerpo, creo.

-De la poesía, ¿qué le molesta?

-De la poesía me molesta casi todo porque se considera que es un lenguaje sagrado. Todo eso son cuentos chinos: es simplemente que los poetas necesitamos que nos den ánimo porque solo nos leen diez personas y eso es muy triste. Por medio de la enseñanza pretenden convertir el lenguaje poético en algo excelso, maravilloso, y luego cuando lo analizas resulta que no es ni tan excelso ni tan maravilloso.

-Este brutal verso suyo resume todo lo suyo anterior y todo lo suyo que me aprendió, entiéndaseme el verbo en su acepción asturiana, en nuestros ¡quince años! de amistad: "Que lo real,/ si existe,/ es arduo".

-Es que lo real es duro y difícil, querido amigo. No sé qué añadirte.

-¿Se puede considerar que tiene una poética propia o deberíamos pensar eso que diría un cursi de que "pertenece a una generación de algo"?

-No estoy con nadie. De mis contemporáneos, me gusta Agustín Delgado. Del resto, o crees en la poesía o tienes que hacer una crítica lingüística y sociológica. Lo cual no quita que no la disfrute, como cuando leo a Lorca: "El jinete se acercaba/ tocando el tambor del llano". Pues mira qué ocurrente. ¡El tambor del llano! ¡Las pisadas del caballo al trote! Pero lo mío es diferente: hay amigos que no soportan la poesía que escribo porque mis poemas son muy duros, muy poco ocurrentes.

-Entiendo lo que dice, pero usted escribe poesía y eso, aunque sea a nivel psicológico, le tiene que servir para algo.

-Me sirve para demostrar que puedo escribirla. Los poetas luchan como leones para ser admitidos en el Olimpo. Solo hace falta leer el compendio de insultos entre literatos que ha recopilado el crítico Antonio Rico: "Flaubert decía que George Sand era una vaca llena de tinta, Nietzsche decía que Dante era una hiena y escribía poesía sobre tumbas y nada más que tumbas,...". ¿Quién tenía razón: Flaubert, Sand, Nietzsche, Dante?? No quiero echarme el pisto de "Qué maravilla es la poesía". Tengo aquí una cita de Caballero Bonald: "La literatura es de desobedientes". Caballero Bonald, de izquierdas y crítico, suelta que los escritores somos desobedientes, lo único que se opone al poder. ¡Qué va! Lo que quiere Caballero Bonald es lo que queremos todos los que escribimos, que nos digan: "¡Qué guapo eres y qué bien lo has hecho!". Otro ejemplo: dice Emilio Lledó "la poesía es lenguaje libre, gozosa espontaneidad". ¿Cómo? ¡Qué me digan a mi si estos tres mil versículos de "Una silla roja" son fruto de una gozosa espontaneidad! ¡Tardé un año y medio en escribirlos! Y termino citando a Gamoneda, al que quiero mucho y del que a veces no entiendo sus poemas, cuando viene a decir que la poesía no es ficción, sino hechos existenciales. Esto es Heidegger, que nos ha hecho la puñeta cuando afirmaba que la esencia del Ser, el 'Dasein', es el lenguaje y la maravilla del lenguaje es la poesía. No sé si Gamoneda ha leído a Heidegger porque parece que está copiado al pie de la letra.

-Usted que en la juventud estuvo en movimientos de izquierdas durante el franquismo, ¿cómo recuerda aquel lenguaje en la clandestinidad?

-A veces pienso que yo era gilipollas porque había ciertos dogmas que eran de morirse de risa. ¡Si Mao era la luminaria que marcaba el camino de la Revolución! ¡Si es que no sabíamos chino: cómo íbamos a entender a Mao! Es risible el pensamiento Mao y, además, él era un dictador asqueroso. Este siguiente dato conecta con lo dicho: no se nos puede olvidar que Mao escribía poesía. Hay que tener muy en cuenta lo siguiente: el lenguaje es conducta. Esto va contra los lingüistas, que no entienden que el lenguaje sea conducta: pongo de ejemplo a Chomsky, que cree que el lenguaje es una capacidad que está en un lóbulo del cerebro. Ahora: la conducta es colectiva, es social, y esto los psicólogos tampoco lo ven muy bien. Y luego lo colectivo es un conflicto porque el signo está compuesto de sí mismo y contra sí mismo. Esto es muy hegeliano y se podría ampliar pero aquí no tenemos espacio. La lengua es el tablero de ajedrez donde se enfrentan sistemática y constantemente los signos porque hay lucha de grupos y de clases. Esto es lo que define al signo: siempre está escindido, es lo que no es a un tiempo. Aunque hablemos de borricos o de mesas.

-Salvo en lo físico, ¿echa de menos ser joven?

Ya lo decían los griegos: si deseas cosas imposibles, vas a ser un desgraciado. Lo único que puede ser eterno es la Señora de Una silla roja pero eso ya es metafísica.

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