La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La literatura como amistad

Corredor de fondo, las memorias en las que José Corredor-Matheos deja constancia de su extensa trayectoria personal

La literatura como amistad

José Corredor-Matheos, (Alcázar de San Juan, Ciudad Real- 1929) es testigo vivencial y presencial de la historia cultural de España en los dos últimos siglos. Así lo relata en sus memorias Corredor de fondo, todo un elogio de la proximidad artística, un libro que resume la actividad y el pensamiento de uno de los supervivientes de la Generación del 50. La obra acumula riqueza suficiente como para hacer de una anécdota un acontecimiento con protagonistas de talla y muestra los límites borrosos entra la literatura y la vida. "En la biografía más que mi trayectoria poética está muy presente multitud de personas de diferentes ámbitos. Con el paso de los años adquieres perspectiva y algo que te parecía decisivo y crucial, luego resulta que no lo es. Todo se ve mejor con la distancia. El libro es mi relación con los demás, lo que he visto y oído", explica el autor.

La truculencia de la guerra civil discurre por sus páginas con la alta percepción sensorial de la niñez. Corredor-Mateos considera que "los niños son como los animales, inocentes hasta cierta edad; cuando un bebé te mira parece que te cala. Esa humanidad tiene una visión profunda. Cuando era niño no sufrí directamente el horror de los bombardeos. Recuerdo que corríamos en la penumbra y comíamos medio huevo frito. Un amigo aviador nos daba botes de mermelada y carne, una vez, equivocado, nos regaló un frasco de caviar".

Las memorias entroncan con la concepción que su autor tiene de la escritura porque "no he querido hacer literatura abiertamente, sino de manera escueta y directa hablar de la infancia donde puede verse lo lírico. Pienso igual que Juan Ramón Jiménez y Gamoneda que la poesía no es literatura. El literato se siente obligado a escribir. El poeta lo contrario que diría Antonio Machado".

La amistad era una llave oculta en la posguerra, un pasaporte que rociaba la mediocridad, según el poeta. "La escuela de Barcelona de Goytisolo, Gil de Biedma y compañía eran muy cerrados; estaban en un círculo muy aislado. Tuve que trabajar desde muy joven y no tuve una vida nocturna de bar como ellos. Al que sí traté fue a Costafreda, pero en Madrid, ciudad donde yo iba a la tertulia del Café Gijón de Gerardo Diego en 1957. Me relacionaba con gente como Lizano y Gamoneda, que de aquella no contaba, y, ahora es uno de los grandes, sino el mejor. Entablé amistad con Marañón y José María Cossio. Conocí a muchos poetas catalanes como Salvador Espriu o Carles Riba. A ellos les agradaba que un manchego se peocupara tanto por la cultura catalana", rememora José Corredor.

Corredor de fondo versa también sobre una época de formación, un descubrimiento que fluía con libertad."Para mí fue fundamental la lectura de la antología de Gerardo Diego de 1934: estaba el mejor Lorca, los primeros Guillén y Alberti o Aleixandre. Seguidamente leí a Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío o Machado. También clásicos como Garcilaso, Fray Luis de León, Jorge Manrique. Fue muy importante la colección de libros bilingües que dirigía Juan Ramón Masoliver, donde leí a Pessoa por primera vez. La lectura de Keats, Rilke o Mallarmé llegó a los 17 años.", apunta . Época de libros prohibidos que se colaban en la vida de los escritores como perfectos intrusos, la clandestinidad como un universo del que brotaba lo desconocido. "Lorca estaba prohibido, luego se empezaron a abrir barreras con el éxito internacional y para disimular su muerte. Juan Ramón Jiménez se conocía poco y Machado era tolerado y respetado. En la novela comprábamos libros de Dos Passos a escondidas, venían obras de México y Buenos Aires. La labor de las editoriales hispanoamericanas fue importantísima".

El contacto con la Generación del 27 es un lujo del que queda constancia en sus memorias. Para Corredor, "Gerardo Diego era entrañable: sencillo, directo, próximo... Empecé a visitar a Vicente Aleixandre hasta que todo el mundo empezó a visitarle y me daba apuro. A Alberti le organicé el primer acto después de la guerra".

Sobre las relaciones literarias y las personales pesa el paso de los años, ahora "el mundo es otro más complejo. Hemos pasado del trato personal al mail, por tanto, hemos ganado y perdido. Hay demasiada prisa. Antes íbamos del Café Gijón a casa. Vivimos una crisis no sólo económica, también está en decadencia la visión del mundo".

La relación con la pintura se convirtió en un plus para la creación, en otro aumento de perspectiva: "A partir de 1961 tuve mucha vinculación con los artistas plásticos. Tengo cierto pudor al hablar de poesía en el arte; eres un espectador del mundo de los pintores Hay una especie de condena de los poetas que tienen más tendencia a competir que los pintores. La relación entre ambas artes es estrecha. Uno de los libros más hermosos que he leído son las cartas de Van Gogh a su hermano Theo. Tuve la suerte de conocer a Miró y publicar tres libros sobre él en París. Cuando la poesía se mueve en grupos masivos, no estoy tan cómodo; se pierde familiaridad. Pepe Hierro era un pintor estupendo. En Francia, Baudelaire y Apollinaire eran grandes críticos pictóricos. Ofrecí una conferencia en Japón una conferencia sobre poesía y pintura porque pienso que allí lo entienden bien."

La vida azarosa del escritor manchego discurrió por el teatro o las editoriales, entre otros campos. Rememora que "escribí dos obras de teatro, fui ayudante de dirección. Como actor me fue bastante peor. Estaba informado de las obras que se estrenaban en París que luego tratábamos de estrenar aquí. A través de mi trabajo en la editorial Espasa Calpe coordinando los suplementos de la enciclopedia tuve cercanía con gente de diferente índole: desde la astronomía al arte"

Observa el futuro, repleto de requiebros e incógnitas, "empleando un oxímoron: soy moderadamente apocalíptico. Pese a todo soy optimista. Todo se acaba y renueva. Como saben los egipcios el trigo ha de enterrarse para que brille". Ahí queda la equivalencia de Corredor de fondo con una película, como afirma Corredor- Matheos en sus páginas últimas, rematado y coronado con un flash final:"No he podido escapar como un personaje de Woody Allen. Ahí están el bien y el mal equilibrándolo. A pesar de la sed de afirmación y ambición del ser humano el final puede ser esperanzador."

Compartir el artículo

stats