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Tinta fresca

Merchante con alma de artista

Simon de Pury relata sus jugosas y muy ilustrativas experiencias en el mercado del arte en "El subastador"

"Coloqué en la cesta del arte todos mis huevos. Lástima que no sean de Fabergé?".

Le llaman "el Mick Jagger de las subastas". Simon de Pury siempre lo tuvo claro: "Yo siempre me he visto como un artista disfrazado de marchante". Pero matiza: no se puede ser un gran marchante si no tienes alma de artista. Alma en los negocios. Amor absoluto hacia las obras con las que trabaja y que empapa cada una de las páginas de El subastador, unas memorias escritas en colaboración con William Stadiem en las que el glamour y el lujo se mezcla con la trastienda del mercado del arte y los entresijos de las vidas privadas, con el festival de los precios récord cruzándose con las excentricidades de los ricachones y los divorcios tormentosos.

La historia de De Pury (Basilea, Suiza, 1951) es la de un hombre hecho a sí mismo: empezó como recepcionista sin cobrar un euro en Sotheby's Europa y acabó al frente de la célebre casa de subastas, el hombre que se codeaba con la élite de los mayores coleccionistas del mundo. Luego pasó a ser el envidiado conservador de la colección del barón Thyssen de 1979 a 1986 en Villa Favorita, su casa en Lugano ("torre de Babel con un elenco sacado de La familia Monster"), un paraíso de arte que hoy se puede visitar en Madrid. Su trabajo junto al barón, un hombre que sentía pasión inagotable por las mujeres y el arte ("Podía comprar todo lo que se le antojara y se le antojaba todo"), le permitió conocer bien a la que sería su última esposa, la española Tita Cervera (mezcla de Catherine Deneuve y Susan Sarandon con acento español), que con el paso del tiempo se "percató de que el arte era el gran legitimador, vio la inmensa diferencia en el respeto que generaba, mucho más que el dinero o las propiedades por sí solas". A ella se le debe la "mayor trasferencia de cultura desde que Napoleón llevó hasta el Louvre la mitad de los tesoros de Europa. Todo el mundo había codiciado la colección de Heini, desde Margaret Thatcher y el príncipe Carlos hasta Helmut Kohl y el Getty y la National Gallery y hasta Disney, pero España se la quedó; tal era el poder de Tita, el poder de la belleza sobre el arte".

Tras dejar su trabajo en Villa Favorita volvió a sus orígenes como presidente de Sotheby's Europa entre 1992 y 1997, que abandonó para fundar De Pury & Luxembourg con su socia Daniella Luxemborug y luego, con el respaldo de Bernard Arnault, para relanzar la firma Philips y competir con los dos gigantes, Christie's y Sotheby's. Pero no funcionó (Arnault abandonó el barco tras el 11 S) y su libro comienza con el reconocimiento de un fracaso: "Si alguien necesitaba poner el contador a cero, ese era yo. En lo profesional, mis planes de convertir el duopolio de las subastas Sotheby's y Christie's en un triunvirato que me incluyera se habían volatilizado en humo y ceniza tras el terrible 11 de septiembre. Yo, optimista incurable, me negaba a creer que el barco, que todo el mundo veía hacer aguas más deprisa que el Titanic, no lograría enderezarse y navegar gloriosamente hacia un crepúsculo dorado. El mundo del arte gruñía y cruzaba colectivamente la calle para evitarme". Pero alguien como él no se da por vencido fácilmente y se alió con las nuevas tecnologías creando De Pury, una audaz casa de subastas para ventas individuales de grandes colecciones a través de internet.

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