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La democracia cristiana se confiesa

Landelino Lavilla hilvana las decisiones políticas con las reformas legales que marcaron la transición española en Una historia para compartir

La democracia cristiana se confiesa

En su Informe sobre el cambio político en España, una fuente inagotable de datos e hipótesis, Juan José Linz apunta la existencia de dos ideologías sin partido, el liberalismo y la democracia cristiana. En realidad, hubo en la transición varios partidos que se definieron con una de las dos etiquetas, llevándola incluso en su denominación, pero no tuvieron éxito y acabaron disolviéndose o integrados en UCD, corriendo distinta suerte. Los analistas coinciden en adjudicar al Equipo de la Democracia Cristiana la mayor derrota en las elecciones de junio de 1977, mientras que en cambio los otros democratacristianos pudieron participar de la victoria lograda por la coalición centrista. Lejos de caer en el olvido, el fiasco de los primeros aún provoca debate en algunos rincones de la política española. La imposibilidad de actuar unidos en aquellos años contrasta con su presencia constante, aún en un segundo plano, en la esfera política. A ello han contribuido numerosos dirigentes, que no han dejado de ejercer cierta influencia en amplios sectores de la opinión pública. Brillantes, con provechosas carreras profesionales en la mayoría de los casos, los democratacristianos más destacados intervienen con frecuencia en foros universitarios y cívicos, o a través de los medios de comunicación, y han sido generosos a la hora de poner por escrito su experiencia y sus reflexiones políticas. Entre las novedades de las librerías todavía se pueden encontrar Memorial de transiciones, el larguísimo y prolijo testimonio de Juan Antonio Ortega y Díaz-Ambrona (Galaxia Gutenberg, 2015) y La mirada sin ira (Almuzara, 2016), un relato autobiográfico de Javier Rupérez.

Landelino Lavilla pertenece a aquella generación irrepetible que estableció la democracia en España. Dice de sí que no es ambicioso y que, por tanto, quizá tampoco sea político. Confiesa que más de una vez estuvo tentado de abandonar porque algunas actitudes que también son parte de la política se le hacían insoportables. La discreción ha sido su norma de comportamiento en la vida y en el poder. Durante el franquismo, no quiso malgastar esfuerzos inútiles en precipitar las cosas que pensaba que habrían de suceder a su debido tiempo.

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