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Tinta fresca

La gran apuesta está en juego

Roberto Santiago construye en Ana un "thriller" judicial de trama potente y personajes bien dibujados

"Sé recibir y aguantar golpes como nadie, es la realidad, no es fácil tumbarme".

Ana ya no pertenece a su autor. Roberto Santiago lo sabe y lo asume. También acepta que es algo paradójico porque "se trata de una novela tan personal, con la que he convivido de forma tan intensa durante varios años, que ahora siento que son los lectores los únicos que pueden decir algo coherente sobre ella". Aún así va a intentarlo.

Lo primero que puede decir sobre su argumento y su estilo es "lo más evidente, se trata de una novela negra, un 'thriller' de investigación que cuenta la historia de una abogada de 43 años, Ana Tramel, que arranca en el momento más bajo de su vida: anestesiada por el alcohol y los tranquilizantes, alejada de sus seres queridos, de cualquier emoción real. El detonante es una llamada telefónica que la obliga a ponerse en marcha, su hermano Alejandro acaba de ser detenido por asesinar al director del casino de Robredo (un pequeño pueblo a las afueras de Madrid). Ana tiene que regresar a los tribunales, ponerse de nuevo la toga, y salir de ese pozo oscuro en el que se ha metido, para ayudar a su hermano".

Durante la investigación judicial se descubrirá que "ese asesinato no es lo que parece a primera vista, y que detrás se esconde un hombre arruinado moral y económicamente, destruido por el juego. Y aquí nos aproximamos a una de las principales características de la novela: la lucha de David contra Goliath. Ana se rodea de un aparente grupo de perdedores (un viejo investigador a punto de retirarse, una abogada novata y sin experiencia, y un becario ludópata) y junto a ellos se enfrenta a una enorme corporación de la industria del juego con recursos ilimitados y los mejores bufetes a su servicio. Es precisamente en esta batalla desigual y asimétrica en donde seguramente se produce uno de los mayores elementos de identificación del lector con la historia".

Por encima de la trama poliédrica y llena de capas y por encima del argumento, estamos ante "una novela de personajes. Empezando por Ana, y continuando por la docena de protagonistas que la acompañan en esta epopeya. Todos ellos son personajes contradictorios (como lo somos todos los seres humanos en realidad), que se mueven en la zona de los grises, y que han sido los que de verdad han tirado de mí a la hora de afrontar la escritura.

El mundo del juego es el paisaje que "tiñe toda la historia de principio a fin, y que funciona como una especie de correlato que oprime a los personajes y que les convierte en lo que son en este momento de sus vidas. Con toda humildad, pero con la cabeza muy alta, creo que nunca antes se había contado el mundo del juego tal y como se narra en esta novela. Todo lo que aquí se explica está basado en personas, lugares y sucesos reales, a los que he cambiado los nombres por respeto, y también porque han sido digeridos por mi cabeza y mis manos para convertirlos en material narrativo de primer orden en este artefacto literario que he escrito de manera compulsiva".

Ahora la novela ya no es suya: "Le pertenece a cada una de las personas que se asomen a sus páginas y que sientan cualquier clase de emoción con todo lo que le ocurre a Ana".

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