La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Edogawa Rampo, pionero del policial japonés

El lagarto negro nos acerca al origen de toda una manera de hacer literatura

Los relatos policiales y de misterio de Edgar Allan Poe tuvieron en Japón una influencia tardía, pero muy fuerte, en especial en los textos de Kido Okamoto (1872-1939) y Edogawa Rampo (1894-1965). En ambos autores también se nota la influencia de Arthur Conan Doyle y de Maurice Leblanc. Kido Okamoto creó al detective Hanshichi a imagen y semejanza de Sherlock Holmes, con sus mismos juegos deductivos, pero integrado en el escenario del Japón imperial y con una carga mitológica muy alta. Por su parte, Edogawa Rampo nos presentará el detective Kogoro Akechi, que es un entreverado de Auguste Dupin, Sherlock Holmes y Arsenio Lupin. Eran los primeros relatos policiales en Japón, que como en el resto del mundo fueron una imitación de los maestros citados, pero con el envoltorio de los escenarios de sus ciudades más pobladas y con las tradiciones y costumbres más arraigadas.

Tendrían que transcurrir muchos años para que se desarrollase una novela negra autóctona en el país del sol naciente sin recurrir a la imitación de la occidental. Hoy, podemos citar a Masako Togowa (1933), Natsuo Kirino (1951), Miysuyo Kakuta (1967), Miyuki Miyabe (1960), Keigo Higashino (1958) y, el más joven, Fuminori Nakamura (1977), como los nombres de autores japoneses multipremiados y reconocidos en su patria así como en los países occidentales -los seis tienen obras traducidas al castellano-, que han instalado los pilares sobre los que se asienta la novelística negra del Japón: ambientes poco refinados y hasta depravados, desafecto en las relaciones personales -muy alejados de las pasiones latinas-, la mezcla de alta tecnología con la tradición y costumbres más ancestrales, con un ritmo de narración más sosegado que el occidental y, por último, que es un género donde la mayoría son mujeres que lo usan con maestría para trasladar al mundo -"visibilizar", como se dice en postmoderno- su problemática en la sociedad japonesa actual: la desigualdad de salarios, los abusos sexuales y la violencia de género.

La editorial Salamandra ha rescatado para el mercado en castellano la novela de Edogawa Rampo, seudónimo de Hirai Taró, El lagarto negro, publicada en Japón en 1934. Es una novela de su detective Kogoro Akechi, el más famoso de sus personajes, en la línea de Auguste Dupin de Edgar Allan Poe, pero con toques de acción trepidante y momentos de cierto humor. La trama se organizada como un juego o un duelo de inteligencias, en este caso entre el detective Korogo Akechi y madame Midorikawa, una suerte de femme fatale apodada el "Lagarto Negro" por el tatuaje que luce en el brazo. Ella es coleccionista de cosas raras y valiosas, así que el diamante más valioso de Japón, la Estrella de Egipto, se convierte en su obsesión. El auténtico propietario de la piedra contrata al detective Akechi para que proteja a su familia y custodie el diamante. Ahí comienza el juego, uno intentará cumplir con su trabajo y la otra querrá derrotarle y hacerse con la joya. La novela puede resultar en algunos momentos extraña e incluso infantil para el lector actual, pero hay que situarla en su tiempo y lugar -"contexto", dirían los postmodernos-, pues dicha novela fue escrita por entregas y publicada en los diarios de la época. De ahí que se aprecie cómo ciertos capítulos son alargados innecesariamente, pues tenían como fin cumplir con la extensión solicitada por el periódico. Sin embargo, la novela ha de leerse como una muestra de la génesis del policial en Japón, y no en la comparativa con la complejidad de la sociedad actual y el laberinto de tramas entrelazadas y del hard boiled presente en las novelas de hoy.

Compartir el artículo

stats