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Arquitectura

El mecenazgo constructivo de la familia Arango

Un interés por el arte que va más allá del coleccionismo de pintura y escultura

El mecenazgo constructivo de la familia Arango

Hoy no conoceríamos a los Médici por su fortuna si no hubieran sido unos mecenas de magnífico olfato artístico. Apoyaron a Masaccio, Donatello, Botticelli o al mismo Miguel Ángel. Además fueron promotores de la Galleria degli Uffizi y el Palazzo Pitti también fue pronto suyo. En su propio Palazzo, se encuentran los Reyes Magos de Gozzoli y pienso que, en cierta manera, los Magos nos acaban de visitar a nosotros en el Museo de Bellas Artes de Asturias. Estamos contentísimos, y ansiosos por ver la la magnífica donación, ya que, como decía el director, ninguno baja la guardia en maestría. Queremos ver ese Villaamil (con una catedral que no reconocemos en su lateral), ese Zurbarán, el Zuloaga, el Palazuelo?todos. No sabemos cómo agradecérselo a los Arango. Con estas líneas les damos las gracias por su buena intuición también en la búsqueda de arquitectura moderna.

Su casa en Acapulco, obra preciosa y sorprendente, la encargó el empresario asturiano Don Jerónimo Arango, padre de Don Plácido, a John Lautner en 1973 y resultó una fiesta espacial hacia la bahía y una estructura más que singular. El acceso es una verdadera lección de recorrido, bajando desde la carretera y rodeando la casa para llegar a un espacio abierto sobre el mar, que para evitar las barandillas que molesten la vista, remata con una piscina que recorre serpenteante el extremo. Esta fue la inspiración para la Casa Stark que no existe fuera de la fantasía de la película Iron Man, que, de una manera mucho más alambicada, copia la arquitectura de la Arango.

John Lautner, arquitecto que creían que no conocían, es el autor de la casa Chemosphere que parece un platillo volante, donde Brian de Palma grabó escenas de Doble Cuerpo con Melanie Griffith y también aparece en Los Angeles de Charlie, en los inefables Simpson y en el Grand Theft Auto San Andreas (pregúntenles a sus hijos por la Play Station). La casa Elrod de Lautner es donde J ames Bond peleó en Diamonds are forever contra dos chicas. Su casa Sheats es la del millonario del Gran Lebowski. También la casa de Paul Newman en Twilight es suya; la de Single Man de Tom Ford; la que tira Mel Gibson en Arma Letal II. La propia de Bob Hope, que es impresionante, era también de Lautner. Como vemos los Arango, tuvieron la visión de encargar a un "arquitecto de cine" su casa, que es precisamente la contraportada de la antología del mejor fotógrafo de arquitectura americano: Julius Shulman (junto con Ezra Stoller).

Plácido Arango también encargó una casa a la arquitecta Gae Aulenti (la autora de el Museo de la Gare D´Orsay), de la que se llegó a hacer una maqueta preciosa.

Además, cuando los Arango iniciaron su andadura con los Vip´s, escogieron a unos jóvenes e ilusionados Juan Herreros e I ñaki Ábalos, que poca gente conocíamos entonces, y que se convirtieron en una refencia fundamental de la arquitectura española. Hoy catedráticos de la ETSA de Madrid, grandes pensadores, oradores y escritores, Herreros es director de los Advances Studios of Architecture de Columbia (Nueva York) y Abalos llegó incluso a ser director de la Escuela de Arquitectura de Harvard (hicieron la casa del pintor Gordillo, la torre Woermann y edificios industriales que adquieren elevación a través de un diseño preciso y limpio). Herreros ganó además el concurso del museo Munch de Oslo y también ha realizado la sede de la productora Play Box para Paco Arango, el relevo generacional, que es una apuesta por los nuevos materiales y sus posibilidades para definir espacios innovadores.

Don Plácido ha encargado una galería para su casa de Madrid a Elisa Valero, que empezó su andadura con la restauración del restaurante Manantiales de Félix Candela en México y ahora es Catedrática de la Universidad de Granada. En esta ocasión, conocedora de que lo importante es el contenido, el proyecto fue muy sutil y mudo al exterior, dejando sobre el jardín solamente unos lucernarios pequeños que brillan sobre el césped (alejada de la casa apabullante de los setenta), y desde adentro, la blancura permite que sólo las obras destaquen y la luz baje tamizada por ese cielo agujereado.

Seguramente, ya que no van por ahí mostrando sus propiedades, tienen otros edificios preciosos que desconocemos. Sirvan estos ejemplos para agradecer, desde la arquitectura también, el enorme interés de su criterio.

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