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Música para una novela

Domingo sombrío, la confluencia de historia y vida, política y genética

Domingo sombrío es la tercera novela de la joven escritora francesa Alice Zeniter. El título es una referencia directa a la canción que el húngaro Rezsö Seress compuso en 1933, y no podría ser más adecuado, pues es la introducción perfecta a esta narración, que es sobria, concisa, elegante y melancólica. La canción de Seress habla de la muerte de la persona amada y de la tristeza de los domingos largos y solitarios, y como una de sus frases dice que "mi corazón y yo hemos decidido terminar con todo" la leyenda popular la renombró como "la canción de los suicidas", la música de fondo más apropiada para todo "joven Werther".

La novela versa sobre la vida de tres generaciones de una peculiar familia húngara que soporta el paso de los años encerrada en una casa pequeña de madera, en las afueras de Budapest, rodeada progresivamente por vías de ferrocarril por las que pasan trenes cada vez más rápidos y, por tanto, más peligrosos para los Mándy. La metáfora, obvia, se mantiene hasta el final, en que todo se desmorona.

Lentamente vamos conociendo los acontecimientos de la historia de Hungría que determinaron el devenir de la familia Mándy. Los hechos, tanto los históricos como los personales, están claramente fijados en un nombre propio de tirano o de batalla, en una fecha concreta, o están inscritos en el pedestal de una estatua o en una lápida mortuoria; las razones y los sentimientos que rodean a todo lo acaecido se van deslizando escuetamente a lo largo de las páginas.

El núcleo de la novela lo constituyen el padre, Pál, el hijo, Imre, y siempre y hasta el final la desazón de fondo del abuelo. Se trata de hombres amables e inicialmente ingenuos, que despiertan muy jóvenes a los sinsabores del mundo, y, a partir de ahí, hacen buena la línea de la canción "las sombras con las que vivo son innumerables". Buscan en sus esposas la manera de disipar sus temores, pero el destino les recuerda que pertenecen a una familia "en la que desaparecen las mujeres", si bien son ellas las que pautan la cronología familiar, que Imre resume en cinco líneas, a las que añado mis paréntesis:

Había visto lo que le había pasado a Ági (su hermana).

Había enterrado a su madre (Ildiko).

Kerstin (su esposa) lo había abandonado.

Ya no tenía a Greta (su hija).

Y además estaba Sara, la abuela, cuya historia (acababa de conocer).

Se hizo el silencio (?)

La familia Mándy, como el denominado "genio húngaro" en palabras del abuelo y "el país edénico que él soñaba", van desintegrándose paulatinamente; ausentes las mujeres, los habitantes de la casa ya ni siquiera interactúan, pues "el abuelo era demasiado colérico, Pál demasiado triste, él mismo demasiado frustrado".

El final redondea la metáfora; la casa de las vías es consumida por el fuego y los que quedan de los Mándy se refugian lejos de la ciudad, en un entorno inmóvil, de frío glacial, donde la tierra, cubierta de nieve, se confunde con el cielo. Las preguntas existenciales que Imre se había hecho a lo largo de la novela se congelan hasta desaparecer, en un aletargamiento que recuerda a la muerte.

No olviden poner de fondo la versión que Billie Holliday hace de "Gloomy Sunday" mientras leen Domingo sombrío y disfrutan de la excelente traducción de Juan Díaz de Atauri, quien mantiene el tono nostálgico y el ritmo moroso esenciales para adentrarse en esta novela.

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