La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tinta fresca

Este partido lo vamos a ganar

El paralelismo entre el baloncesto y la vida alimenta La soledad del tirador, un mate narrativo de Toni Montesinos

Nadie comprendía que el basket se trataba de un desafío y no de un simple deporte: había que meter una pelota en un círculo a tres metros y cinco centímetros de altura, y yo tenía que conseguirlo si quería ser especial en aquella balsa de vulgaridad en que todos flotábamos.

Hay una cuestión sobre el proceso creativo que suele poner en guardia a los autores. ¿Cómo, cuándo, por qué surge la necesidad imperiosa y devoradora de elegir un hilo narrativo del que tirar y tirar y tirar? Toni Montesinos, incansable tejedor de historias vividas o imaginadas, lo hizo sobre "sobre mi infancia y adolescencia proyectadas en un personaje que, como yo, jugaba al baloncesto en cierto barrio barcelonés y alguna vez sintió lo que expresa el título en mitad de un partido, mientras en el partido de la vida eso sucedía demasiadas veces". Ese título es La soledad del tirador.

Saltemos a la cancha: "Uno casi nunca sabe o recuerda el relámpago creativo que le suscitó una idea que tenía que convertirse, indefectiblemente, en un desafío literario, en una necesidad para expresar algo auténtico nacido en el más profundo interior. Pero de repente, en torno a lo que sería La soledad del tirador (un concepto del juego real con el que hice un paralelismo con la soledad que padece el protagonista) intenté bucear en un periodo de mi vida que he ido arrastrando con infinito dolor; quise hacerlo de manera tragicómica, proyectándome en un personaje que en buena parte era yo, en un entorno que del todo era el que describo, en una época y lugar deprimidos, paupérrimos, desesperanzados".

Supone Montesinos (Barcelona, 1972) que en edades infantiles o adolescentes "es más fácil o habitual construir una trama narrativa en la que algún deporte sea el trasfondo de las vicisitudes del protagonista de turno. En mi caso era el baloncesto, que es una actividad además que yo asocio con algo romántico, estético, melancólico, con la poesía de ser preciso en el tiro y el dribling, con lo que tiene de enfrentamiento con uno mismo y la capacidad de anotar, de emerger épicamente en una cancha cuando fuera de ella la podredumbre te devora".

El cine "ha captado bien eso, sobre todo en Hoosiers. Apenas creo que existan narraciones que descansen en ambientes deportivos, y es que no es fácil encontrarle un enfoque que lo haga novelescamente válido. Tal vez se relaciona con lo juvenil directamente, o acaso no hay entre nosotros escritores sensibles a lo que puede dar una vida dedicada a la pasión deportiva, y todas las emociones y sentimientos que pueden tener cauce artístico si se escoge bien el punto de vista narrativo y un argumento en el que se retroalimenten los dos elementos principales: el alma del personaje y la influencia del deporte de turno en su cotidianidad, en sus problemáticas afectivas o vitales. En la literatura española no conozco ejemplos. Escribí La soledad del tirador durante los años 2000-2002, y tiempo después me encontré con una novela del estadounidense John Fante con la que me sentí identificado enormemente: Un año pésimo, en la que un chaval tiene un gran don para jugar al béisbol, y también está en un entorno de pobreza, exclusión y bajeza y soledad familiar".

Compartir el artículo

stats