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Poesía

Fenómenos y figuras de Pelayo Fueyo

El poeta gijonés busca en La máscara y el otro nuevos caminos expresivos sin abandonar su cuño neosimbolista

Fenómenos y figuras de Pelayo Fueyo

Pelayo Fueyo reunió en 2008, cuando no había cumplido aún cuarenta años de edad, sus cuatro libros publicados hasta entonces ( Memoria de un espejo, El mirador, Parábola del desertor y La herencia del silencio), más otro inédito ( La danza del ocioso). Y puso al volumen, editado por Pre-Textos, un título que me desconcertó pese a ser tan sabido: Poesía completa. ¿Por qué un poeta aún joven optaba por titular así, a riesgo de que en dos o tres años aquella colección de poemas quedara manifiestamente incompleta? Le he preguntado al autor por este asunto en dos o tres ocasiones, pero ha respondido siempre con alguna evasiva poco aclaratoria. Felizmente, el autor gijonés ha seguido escribiendo y dando a la estampa periódicamente su escritura poética, una de las más originales del actual panorama lírico español.

Nos llega ahora La máscara y el otro (Eolas), un poemario en el que Pelayo Fueyo sigue buscando nuevos caminos expresivos sin abandonar la herencia neosimbolista que hizo suya desde sus primeros libros. Y sin dejar de insistir, además, en algunos de los temas de cuño lacaniano (la construcción del yo en torno a la imagen en un espejo, el otro y el "Otro"?) tan presentes en toda su obra. Incluido por Luis Antonio de Villena en su antología La lógica de Orfeo (2003), donde se hacía suma de dieciocho poetas (de Álvaro García a Elena Medel) en un intento de señalar una ruptura entre estos autores y los más representativos de la llamada "poesía de la experiencia", Pelayo Fueyo ha ido moviéndose más bien en un territorio propio, resistente al acantonamiento y a las consignas tribales. Digamos que su poesía -en la que se adunan la dicción personal, la armadura formal de inspiración clásica y la renovación de la analogía de filiación simbolista- es un muy solvente intento de "estructurar un tiempo imaginario", como él mismo ha dicho en uno de los aforismos de Lección de magia.

Pelayo Fueyo reúne en La máscara y el otro un total de cincuenta y dos poemas divididos en tres secciones. Los textos de las dos últimas podrían agruparse sin que el volumen se resintiera; al contrario, ganaría en cohesión. El libro está escrito en alejandrinos (hay algún verso cojo) unidos en tercetos de lograda factura, salvo cuando se empeña en dejar alguna rima asonante que afea la música del poema: "y rezan a una virgen con forma de sirena/ para que les procure una buena costera". El libro indaga en una serie de "fenómenos" (es el título de la primera sección), que van desde la torre (a partir de Yeats y de Borges), a las ruinas, la rosa, la penumbra, el cementerio o el espejo, y en algunos arquetipos o modelos seculares. Por ejemplo: el poeta, el payaso, el pintor, el insomne, el actor, el loco? y por ahí seguido hasta el héroe, el profeta y el filósofo.

Concibe el poema Pelayo Fueyo como un "artefacto literario consistente en el desarrollo expresivo y analógico de un sentimiento o experiencia por medio de palabras" ( Lección de magia). Y a eso se aplica en este libro por medio de distintos aparejos retóricos: de la prosopopeya al monólogo dramático o la écfrasis. Es un autor que domina la carpintería del oficio, aunque llevado por un creciente intento de ir aclarando su voz -temor quizás a ser tenido por un poeta hermético u oscuro-, incurra en ocasiones en textos tan prescindibles como "El sereno".

Son más, no obstante, los poemas que nos gustan. Por eso reseñamos este libro cuajado, en este sentido, de imágenes y metáforas de alto voltaje lírico: "la lluvia es un bautismo excesivo del cielo" o "un desván es un sitio que ya nadie visita". Y que recoge algún texto que nos devuelve al mejor Pelayo Fueyo, al que preferimos: "Un niño se columpia en el jardín de infancia/ como si fuera un péndulo que oscila en mi recuerdo/ e hipnotiza, obsesivo, sin parar, mi nostalgia.// Un niño posa un barco de papel en la fuente,/ y olvida las distancias que limita a la carta/ que esconde, dedicada a su primer amor.// Un niño con guijarros y tirachinas juega/ a espantar los gorriones del Parque de los Reyes/ y sin querer, se enfrenta a una muerte pequeña.// Un niño, en fin, se duerme y sueña con un hombre/ que ha asistido a los juegos que suele practicar,/ e ignora que soy yo, y que él es un extraño".

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