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Arte

Suceden cosas en el realismo mágico de Melquíades Álvarez

La permanencia de la madera pintada, tallada y horadada en su obra es un hecho relevante en el arte asturiano

"Campos de verano", acrílico y óleo sobre madera de 2012.

Parece que se mantiene en Melquíades Álvarez la necesidad ("la necesidad para mí mismo, porque lo necesito para salirme del círculo cerrado en la pintura en que estoy metido", ha escrito), de renovar su lenguaje plástico, lo que pasa según lo visto por dar protagonismo en su obra a la madera tallada, pintada y horadada, recurso que desde hace algún tiempo viene utilizando y que en esta exposición en la Universidad amplía a la creación escultórica como obra exenta.

En algunas ocasiones había asegurado que necesitaba dejar hablar más a la madera en su obra y, finalmente, esa voz ha llegado a apoderarse de tal manera de su pintura que la ha transformado en muy importante medida, lo que sin duda puede inducir al desconcierto en buena parte de los aficionados que admiran su trabajo, entre los que me encuentro, porque perturba sensiblemente el orden hasta ahora establecido y altera la armonía estética de su visión de la naturaleza. Personalmente, me causa cierta perplejidad la nueva pintura porque por un lado me siento, en lo que al arte se refiere, cada vez más cerca del menos es más, lo que me alejaría de la incorporación de volúmenes, tallas, cortes y elaboraciones complejas en las poéticas soledades y los misteriosos silencios de los genuinos "caminos y visiones" de las pinturas y dibujos de Melquíades y porque, además, no comparto la opinión de que su pintura estuviera metida en algún círculo cerrado.

Claro que por otro lado siento el mayor respeto por la autoexigencia en el trabajo del artista, su afán investigador y sus necesidades expresivas que le han llevado, con tanta convicción como riesgo, a entregarse a un proyecto artístico tan contrario a los despojamientos propios de la modernidad. Y tampoco negaré el interés y el atractivo visual y plástico de esta pintura "otra", la sugestión que pueden producir las "cuatro" dimensiones, el trampantojo del negro, en este caso sí como verdadero no color y las dimensiones míticas, escenográficas o metafísicas de estas nuevas imágenes de tan elaborada construcción y compleja composición a la que solo la calidad y la magia de la pintura de Melquíades Álvarez les permite existir sin la menor contaminación de lo kitsch. Y sus juegos espaciales presentan un interés indudable entre el espacialismo extendido en los cortes de las pinturas y el novedoso tratamiento de las esculturas, donde el espacio se comprime creando atmósferas surrealmente mágicas, apretados rectángulos boscosos en los que los planos se solapan en un mismo denso y novedoso esquema compositivo. Son de una extraña belleza y pueden considerarse como una redefinición de la escultura o una alternativa a la escultura figurativa tradicional.

En cualquier caso, no sería bueno que comentaristas y aficionados al arte que siguen en trabajo de Melquíades Álvarez no expresasen su criterio sobe esta nueva etapa de su pintura, ahora que parece haberse establecido tras años de experimentación, o se limitasen a un "me gusta" o "no me gusta".

Merece el respeto de una opinión más comprometida y elaborada, un debate incluso, cuando en cierto modo parece un discurso plástico en oposición dialéctica con la creación anterior. Porque están sucediendo cosas en el realismo mágico de Melquíades Álvarez y eso es algo relevante en el arte asturiano.

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