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Medio siglo

Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, considerado el disco más influyente de la historia del rock, salió al mercado hoy hace 50 años

Medio siglo

En el verano de 1966, los Beatles estaban muertos. El mayor fenómeno de masas de la música popular se había devorado a sí mismo. Su última gira, finalizada el 29 de agosto en San Francisco, había sido su entierro. No sólo eran incapaces de oírse sobre el escenario, donde la ausencia de monitores sepultaba sus canciones bajo el aullido de sus fans, sino que, además, los problemas de orden público se habían disparado y les hacían temer por sus vidas. Menos de cuatro años después de que, el 5 de octubre de 1962, iniciasen con el discreto single Love me do un ascenso a los cielos marcado por una inaudita sucesión de números uno, las amenazas les llovían. En Japón, del 30 de junio al 2 de julio, por "profanar" el Budokan, santuario de héroes de guerra nipones. En Manila, dos días después, por dejar plantada a la esposa del dictador filipino Marcos. En EE UU, ya en agosto, por ofender a los cristianos integristas al afirmar Lennon que el grupo era ya más popular que el mismísimo Cristo.

Sin embargo, tomada la decisión de no subirse más a un escenario, John Lennon (26 años), Paul McCartney (24), George Harrison (23) y Ringo Starr (26) estaban a punto de iniciar una segunda vida y, de paso, volver a darle un buen meneo a la música popular. Superadas con tres meses de descanso las fortísimas tensiones que, de hecho, tuvieron roto el grupo, los Beatles volvieron a los estudios de la discográfica EMI en la londinense Abbey Road el 24 de noviembre. Durante tres años, los estudios serían el laboratorio donde darían forma al vendaval de ideas que, como a toda la vanguardia de la juventud mutante, les asaeteaba la piel y las neuronas. Seis meses después, el 26 de mayo de 1967, tras 700 horas de trabajo, llegaban a las tiendas británicas las primeras copias de Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, su octavo disco de estudio. El lanzamiento oficial se hizo el jueves 1 de junio, hoy hace exactamente medio siglo.

El éxito de crítica y ventas del Sgt. Pepper's fue inmediato. Entró directo al número uno de las listas británicas, donde permaneció 27 semanas, hasta principios de diciembre. En EE UU fue líder 15 semanas. Hasta 2011, cuando aún se vendían discos, había facturado 32 millones de copias en todo el mundo. Estos días añadirá unas cuantas más con la edición especial del 50.º aniversario. En 1968 fue premiado con cuatro Grammys, entre ellos el de Álbum del año, que por primera vez distinguía a una grabación de rock, y el que reconocía la labor del ingeniero de sonido, Geoff Emerick, quien desempeñó un papel capital en la obra, aunque la conservadora EMI se negó a incluir su nombre en los créditos.

El tiempo ha agigantado el papel de esta grabación en la historia del rock. La revista Rolling Stone lo situó en 2003 en la cima de su lista de los 500 mejores álbumes y ahí lo ha mantenido desde entonces. Por lo demás, los elogios se le han ido pegando como lapas con los años: cumbre de la psicodelia británica, pórtico de la era de los LPs, pionero de los discos conceptuales y del art rock, puente entre la música popular y la académica, semilla del rock progresivo? En suma, 39 minutos y 52 segundos de pura dinamita envuelta en una cubierta sin precedentes, plagada de rostros famosos y con las letras de las canciones impresas en la contraportada. Aunque tampoco han faltado quienes lo ven como el disco más sobrevalorado o incluso como "la tumba del rock and roll". Al fin y al cabo, si hay una raza de rockeros que nunca muere es la de los fanáticos de los tres acordes.

Más allá del incienso y la bosta, Sgt. Pepper's, como los propios Beatles, es una mezcla de extraordinario talento y de extrema oportunidad. En 1966, la mutación de las costumbres propiciada desde principios de la década por la conversión de la juventud en punta de lanza de la sociedad de consumo estaba alcanzando su masa crítica. Con la expansión de la ingesta de LSD y el robustecimiento de las protestas juveniles, el lema sexo, drogas y rock and roll -para quienes se atreviesen a quemar la corbata y el sujetador, dejarse crecer el pelo y vestirse de colores- se había convertido en un corrosivo tridente.

Los derechos civiles de los negros y Vietnam resquebrajaban en EE UU las estructuras de la idílica sociedad blanca periurbana de los 50 y proyectaban sus ondas sísmicas hasta Europa. A través de las grietas abiertas por el seísmo, se extendía, tanto en la Costa Oeste como en Londres, y a su oscuro modo en Nueva York, un rechazo a la sociedad de consumo que era a la vez reivindicación del cuerpo (amor libre) y búsqueda de una conciencia expandida, meditativa y liberada de ataduras burguesas (fusión cósmica más allá del espejo). Psicodelia era la palabra clave en el San Francisco de los hippies y en el "swinging London" del "underground", aunque en uno y otra lugar difiera en su concreción musical tanto como lo hacen la música de Jefferson Airplane o Grateful Dead y la de los Pink Floyd de Syd Barrett.

Los Beatles, las mayores estrellas del "establishment" y a la vez su más fino sismógrafo, habían clausurado su etapa clásica con Help! (6 de agosto de 1965). Rubber Soul (3 de diciembre siguiente) fue su primera aproximación a la nueva era: pinceladas de soul y folk, arreglos más ambiciosos de su productor, George Martin; nuevos instrumentos (sitar, armonio), letras más maduras? Pero la verdadera ruptura llegó con Revolver, grabado de abril a junio de 1966, justo antes de la última gira, y ya muy marcado por la experimentación a la hora de componer y registrar: cintas pasadas al revés, efectos sonoros, arriesgados cambios tonales y de compás en la misma canción, alteraciones de timbre y de velocidad, inclusión por Harrison de instrumentos y conceptos musicales del norte de la India? Londres hervía bajo ríos de ácido e inconformismo, y los Beatles, que empezaban a tener equipos de grabación caseros, hervían con ella.

Es precisamente en Revolver, cuyo abanico va del clasicismo de Eleanor Rigby, tocada solo con octeto de cuerdas, al desenfreno de efectos de Tomorrow Never Knows y Yellow Submarine, o al indostanismo de Love You To, cuando se incorpora al equipo Emerick, un joven ingeniero de sonido de 20 años. Emerick resultó fundamental para grabar el nuevo aluvión de ideas, ya que en lugar de responder con el habitual "imposible" a las iniciativas de los músicos, se rompía la cabeza para dar con una solución. Y eso hizo en Sgt. Pepper's, romperse la cabeza para registrar ingentes cantidades de instrumentos de todo tipo, desde unas maracas a una orquesta de 40 profesores, superando las limitaciones de las grabadoras de cuatro pistas de los estudios de Abbey Road. Cuatro pistas que se estiraban hasta el infinito por el artesanal sistema de remezclarlas en otra máquina e ir generando espacios libres para nuevas tomas.

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