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Tinta fresca

Fantásticas historias reales

Lo irreal adereza lo cotidiano en los suculentos relatos de Sopa de fauno

Demos algunas pistas sobre el menú antes de servir la Sopa de fauno de Diego Prado. Tenemos a un actor que se gana la vida como puede y le dejan intepretando a una planta humana en casas de gente con mucha pasta. Luego conocemos a empleado de una gasolinera de carácter más bien huraño al que le ocurre un suceso extraordinario: se engancha de la voz sensual de la máquina de tabaco, algo parecido a lo que ocurría en la marcoferreriana I love you, con Christopher Lambert enamorado de un llavero. Más: un viajero se encuentra con una lamia (un ser mítico con cabeza de mujer y cuerpo de dragón) en un pueblo sin memoria. Y dos amigos vuelven a verse las caras después de muchos años para evocar la figura de aquella mujer irresistible por la que bebieron los vientos en la tormentosa adolescencia. a la que amaron en su adolescencia? Los resquicios que hay entre los diez relatos de Prado permiten que irrumpa de cuando en cuando un libro misterioso titulado Sopa de fauno, perfecta manera de resumir un plato realista lleno de tropezones fantásticos que rompen la linealidad de la narración y colocan al lector en inesperados paisajes donde los sueños campan a sus anchas y el texto dan un vuelco tan perturbador como imprevisible.

Y aquí es donde el autor nos explica los secretos de la cocina literaria: "Por pedante que parezca (y me temo que, con los tiempos que corren, echar mano de citas supone un peligro), Pessoa tenía razón cuando afirmaba aquello de que la vida no basta. Yo le añadiría un matiz: la vida real. Por eso, desde el primer cazador en taparrabos que llegó a su cueva exagerando la caza de un mamut, el ser humano ha gustado de 'adornar' la realidad, de inventar historias que se confundieran con ella. Es decir, que, "aunque sea de forma muy simplista, queda entonces explicado que la fantasía se cuela en nuestro devenir diario para interpelar a la realidad, para complementarla. Esa es la literatura que personalmente me interesa, y la que intento hacer".

Si algo ha dejado claro Diego Prado como autor es que, "desde luego, nunca he sido un autor realista. Para la ficción el realismo me parece incompleto e insuficiente, algo que sin duda ya sabía mucho antes Cervantes al escribir el Quijote. Digamos que no me interesa que me expliquen cómo es una puerta, por ejemplo, ni el tipo de madera ni la forma ni el color. Lo que realmente me importa es poder intuir (e intuir siempre es imaginar) qué puede haber tras esa puerta. Lo inusual, lo raro, lo infrecuente, lo inesperado, el elemento fantástico en definitiva, asoma por las costuras de la realidad y ameneza con romper el traje que la encorseta".

En sus dos libros de relatos anteriores, "y también en mi última novela Hospital Cínico (2013), ya existía un cierto decantamiento por insertar lo fantástico en lo más cotidiano. En Sopa de fauno, que desde el propio título conjuga algo anodino como una sopa con la aparición de lo irreal, hay una apuesta ya completa por esta tendencia, aunque siempre de forma más o menos sutil, sin las estridencias propias de cierta literatura de género que nada tiene que ver con lo mí".

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