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Arquitectura

Piano, Botín y la participación ciudadana

El nuevo centro de arte de la bahía de Santander y su complicada gestación

En los años ochenta estuve alojado en la Cité Universitaire de París. Algunas tardes me acercaba al Centro Pompidou, que mantenía un pálpito tremendo, y disfrutaba de París desde la terraza del bar de aquella cubierta que entonces era apropiada para todo el mundo y que ahora se dedica más bien a "bobos" (bourgeois bohemes). Con aquel sorprendente proyecto Piano y Rogers entraban violentamente en el barrio de Beaubourg (¡ciudad bella!). El contraste brutal animaba la zona y aquella plaza, hoy mas decaída, hervía de vida mientras la fuente de Niki de Saint Phale giraba sin parar. Entonces la fuerza política no se arredró ante las protestas de donantes del museo, de gente en general e incluso de diseñadores renombrados.

La fundación Menil de Renzo Piano, es una maravilla conseguida por el apoyo incondicional de la señora Menil, que busca relación con el barrio de poca densidad de Houston, donde aparecen viviendas unifamiliares de timber, tillado de madera como nuestras galerías, que recubren los paneles exteriores de su moderno museo.

He visitado, también de Piano, la Fundación Beyeler en Basilea, que es simplemente exquisita, sobre todo en el tratamiento de la luz natural filtrada por el techo (variación del anterior) y en su implantación horizontal. Por supuesto conocí otros proyectos urbanos suyos como las de Berlín Postdamer Platz, otros en Lyon, el reciente Shard, cristal cortado en el centro de Londres. Son muy intensas, ahora nos parecerían normales, no tanto entonces, sus fotos con los ciudadanos de Otranto, en lo que él llamaba en el 79 "laboratorios urbanos". Se le ve reunido con toda la gente del pueblo, terroni que dirían los estirados de la Liga Norte, para tomar decisiones en la punta del tacón de Italia.

Tengo un profundo respeto por este arquitecto genovés que muestra siempre una absoluta preocupación por la gente, por lo que todos y cada uno pensamos. Hoy en día sin embargo la participación ciudadana hace que los nuevos edificios situados en puntos tan sensibles como ese en el que ha aterrizado el Centro Botín, tan visible desde el clásico paseo Pereda de Santander, sean sometidos a una dura fiscalización, que supone grandes problemas para la consecución de la idea de los artistas. Es tanto así que el proyecto de Juan Herreros para el Museo Munch en Oslo, también al borde del agua, fue parado tantas veces por alegaciones de particulares que al final hubo una manifestación nocturna de artistas con antorchas en defensa de que el español pudiera hacer su edificio. Otros, como Antonio Banderas en Málaga, parece que de momento han desistido de sus intenciones. No se les escapa que vivimos en un país que, desde algunos frentes, es capaz de rechazar donaciones de aparatos para luchar contra el cáncer. Así pues, para mostrar que no somos así, aquí queremos decir claramente: ¡Gracias Don Emilio Botín!

En fin, que los proyectos de los que hablé al principio se hicieron con la firmeza y decisión de una idea pregnante que sirvió de destino, de meta. La decisión de levantar el Centro del Santander en su precioso emplazamiento tuvo que luchar con una oposición ciudadana beligerante, tanto que el proyecto quedó fraccionado, reducido y obligado a seguir hacia el mar las direcciones de las calles que dan al paseo. Todo ello provocó una merma de la funcionalidad y derivó en el enorme esfuerzo no se corresponda con la versatilidad que requeriría. Los generosos volúmenes volados a ambos lados, que se debían contrarrestar estructuralmente, se han partido apoyando el gran peso de salas en pilarcillos. Algunos objetores criticaron también la relación del edificio con el suelo, que hizo que se levantara más y quedara limpio en planta baja, para mantener siempre desde el paseo la visión del mar, algo que se agradece. A posteriori se abrió también un túnel para desviar el tráfico y evitar que pase entre el Centro Botín y el parque cercano.

Renzo Piano está metido de lleno en nuestra sociedad, como siempre, y puso mucho empeño para la consecución de esta pieza singular. Orgulloso está él, y de la fundación de las "chinchetas cerámicas" que van forrando el exterior, como escamas de pez (muy similares a las del Bull Ring de Birmingham de Future Systems) y que fue un regalo para los miembros de la asociación de Amigos del Centro Botín. Muy bonitas también las irisaciones y movimientos de luz que refleja su parte baja recogiendo los destellos con los que le salpica la Bahía. Preciosas las grandes cristaleras mirando al mar y al sol. Un disfrute que lo será mayor con la dirección cultural del parisino Benjamin Weil, que esperamos sea firme.

Es triste que Emilio Botín muriera antes de ver su idea culminada, como también le ocurrió George Pompidou. Más absurda fue la muerte de Raphael Hilz, arquitecto de 28 años al que nadie conoce, que estaba tremendamente ilusionado como tantos que trabajan en el estudio del prestigioso Piano, cuando decidió, para divertirse un poco, ir a un concierto en la sala Bataclán...Desde aquí un homenaje a su trabajo anónimo y truncado. Ars longa, vita brevis.

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