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Poesía

Luminoso silencio

La Experiencia espiral de Ángel Guache y su cercanía a la mística

Autor poliédrico, el pintor, escritor y pionero del Spoken Word en España, Ángel Guache, nos ofrece ahora esta experiencia en espiral cuya trascendencia muy cercana a la mística nos propone un acercamiento a la sombra, la enfermedad y la muerte. Es quizá, en este libro, el lugar en el que el autor se desnuda de un modo más sincero y doloroso, es, por tanto, esta valentía de testimonio de luz y sombra algo que provoca cierto temblor, a la vez que, de manera paradójica, sosiego. Este universo en espiral que brota de lo más profundo y oscuro hasta alcanzar la paz que solo una experiencia extraordinariamente dolorosa y lúcida puede ofrecernos choca con esa calma que se detiene en una tarde cualquiera cuando la consciencia es capaz de comunicarse y fundirse justo en esa nada que tanto tememos. La proximidad de la muerte y la devastación del cuerpo provocan la alucinación certera que el poeta traslada al poema, en el que el enigma se plantea con una especial intensidad, también la soledad y en último caso, un deseo de eternidad o de amputación del dolor de forma definitiva. Se teme a la muerte, pero el poeta va más allá, esta intimidad creada a través del paso del tiempo y el conocimiento e indagación en la propia experiencia vital provoca un nuevo punto de vista, algo que trasciende toda realidad o presente y cuya mirada germina ya en un punto muy lejano. Un registro diferente de otros libros y experiencias artísticas, pero quizá el más verdadero o auténtico, donde el autor muestra toda su fragilidad y fuerza, traduciendo en exacta medida cada sentir, cada pálpito y principalmente ese lento fluir hacia la muerte que nace ya con cada ser humano ("La noche engendra la luz"). Temores que se diluyen en el poema junto a la asombrosa luminosidad de haber sobrevivido: "Solo y en silencio /está mi corazón".

El autor se deja atravesar por esta espiral que nos engulle, girando en un espacio sin tiempo, volando en un fuego que ilumina: "La fusión íntima/ con la muerte". El silencio y el cuerpo deja de ser entendido como piel para transformarse en un lugar en el que la voz en grito recorre muda, en viaje perpetúo: "Quiero quedarme en mi interior, / viajando por dentro de mí mismo". Un silencio a modo de caparazón de transparencias minerales. Esta plasticidad habitual en Ángel Guache nos hace partícipes de estas visiones que se anticipan al fulgor que sentimos cerca, a esa cercanía a la muerte que intuimos sin rozar siquiera la verdad, algo que en ocasiones surge como desasosiego de anticipación irremediable. Sin embargo, el poeta advierte: "En el fin/ regresamos/ al origen". Añade: "Succionados/ por luminoso/ imán/ de tinieblas". Concluye: "Volvemos/ al primigenio/ germen/ del milagro". Un eterno retorno en el que no cabe egocentrismo alguno, he ahí la clave de este genio y este impulso poético: la búsqueda, la trascendencia. Y ahí radica la salvación o el rito iniciático: "Así como la vida/ va incubando la muerte, / en el dolor/ de la destrucción/ late el canto". El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria, nos recordaba Ernesto Sábato.

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