La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tinta fresca

El escritor sale a cazar fantasmas

Adolfo García Ortega reflexiona sobre literatura, cultura y política

Adolfo García Ortega hace suyo para explicar Fantasmas del escritor lo que escribió Vladimir Nabokov: "El libro que el lector tiene en sus manos se compone de opiniones contundentes. Responden a reflexiones sobre muy diverso espectro en materia de literatura, cultura y política, siempre abordadas desde lo que podría llamarse el ensayo subjetivo, es decir, un intento de involucrarme como escritor en las cuestiones que, precisamente en tanto que escritor, me interpelan una y otra vez y ante las que no tengo una postura políticamente correcta, sino más bien algo osada, algo melancólica, incluso algo irónica, y siempre decidida".

Treinta años invertidos en amar, defender y divulgar la literatura alimentan una obra que es, en fondo y forma, un viaje personal e intransferible a los paisajes de la cultura. Del mundo, en definitiva. Hay en este libro de voluntad enciclopédica estaciones de todo tipo y sin rendición: el paso del tiempo, la música, el escritor y director asturiano Gonzalo Suárez, E.L. Doctorow, las experiencias más íntimas, Julián Herbert, el yihadismo y los peligros identitarios, Günter Grass, John Ford, Annie Ernaux, el canibalismo, Rushdie, Wittgenstein, DeLillo, Atxaga, Mordzinski, Stevenson, Longares, los autómatas, Caravaggio, Bill Viola... Fantasmas -algunos felizmente vivos- que son, nunca mejor dicho, el espíritu que sirve al autor para construir una teoría literaria la tiempo que formula ideas abrazadas al compromiso ético, pariente cercado del compromiso estético. No en vano los textos de García Ortega tienen su inspiración como conjunto en Ernesto Sabato, "cuyo libro de 1979 El escritor y sus Fantasmas tanto me marcó en mi vida literaria y personal. Su contenido y su estructura, con las divisiones en breves párrafos titulados, más la búsqueda de profundidad para explicitar 'esas oscuras motivaciones que llevan a un hombre a escribir', como dice Sabato en su prólogo, han formado parte de mi intención y a él, maestro, se lo reconozco".

Cuando escribe sobre una conferencia de Gonzalo Suárez en la que habla del tiempo, lanza un mensaje fraguado en la afinidad electiva: "En realidad confiesa que habla de algo que es absurdo. O mejor dicho, veloz. Veloz y flexible hasta la inexistencia. Todo lo que es hoy, según él, en seguida es ya, inexorablemente, ayer remoto. Todo se precipita hacia el olvido a medida que pasa el tiempo (tempus fugit!). Y, sin embargo, hay que atacar, subraya él, quedarse quieto a la defensiva es una renuncia inaceptable. Que pase el tiempo, sí, pero con nosotros combatiendo dentro".

Y como muestra de este hermoso, lúcido y por momentos inquietante libro (véase "La guerra civil europea", de ardiente actualidad estos días), un botón: "Solo quien está colonizado por la literatura es escritor. Solo lo es quien renuncia a ser un país para ser una colonia. Y lo sabe porque se abisma al vacío de la insatisfacción y la soledad. Y porque transita por el filo del fracaso como el funambulista por el alambre".

Por cierto: "Un escritor escribe consciente de que ha de cerrar la escotilla y surcar un mar desconocido". La escritura "es una trampa mortal para el escritor". Mortal e irresistible.

Compartir el artículo

stats