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Los días repetidos

La escritura de Ovidio Parades contra el tiempo que se fue

Los días repetidos

Ovidio Parades (Oviedo, 1971) piensa que los días peores son inevitables para recorrer la vida. "Escribo este diario contra el tiempo", anota en un momento dado en las páginas de Los días raros, que es su último libro, una colección de días hilada por las presencias radicales de la madre del autor y también, aunque menos, por de la de su marido. Todo esto, aliñado por un montón de lecturas, por multitud de películas vistas y por algunas copas de vino bebidas al atardecer; todo como un lamento constante por el tiempo que se ha ido (la época en que el escritor se ganó la vida como librero) y por el presente disgustado? Y es que Ovidio Parades es, en suma, un melancólico irredento.

El escritor ovetense no es la primera vez que cocina con este tipo de ingredientes. Lo hizo cuando El extraño viaje (Trabe, 2010), Ventanas compartidas (Trabe, 2011) o Vivir en los cafés (Trabe, 2012), que son entregas variopintas de un blog muy seguido en las que sumó a todo lo anterior la devoción mítica de todo cuanto es y termina disipándose al final del camino de la baldosas amarillas. Los días raros es un diario -las entregas de su blog, pequeños ensayos ordenados día a día- en el que, bajo la apariencia documental, el lector encuentra cierta ficción con el propio autor como protagonista, días repetidos para conciliar deseo y realidad. Uno es este que ves, pero podría haber sido el otro que se imagina.

Los días raros, dice su autor, son aquellos en los que la enfermedad de la madre se muestra con toda su maldad, aquellos que obligan al autor a detener las horas para poder contemplar un estado propio averiado por la realidad y recompuesto por la ficción. La vida, parece defender Parades, es el cuento que nos contamos cada día. Y Parades obra así casi todos los de los primeros seis meses del pasado 2016. Y eso es lo bueno: recortando el tiempo, dejándolo sólo en un semestre, el lector descubre que los días repetidos de Parades no se alejan demasiado de sus propios días repetidos. La vida, normalmente, es más sencilla que una aventura en una selva profunda.

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