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La tecnología, un arma de doble filo en la "partida final"

Nuestras actividades cotidianas "nos convierten en la especie más destructiva de la historia"; hace unos 200.000 años (la antigüedad de la "Eva mitocondrial", la antecesora de los humanos modernos), la tasa de extinción de especies era de una entre un millón al año; "como consecuencia de la actividad humana se cree que la tasa actual de extinción total es entre cien y mil veces superior", cifra Wilson, y agrega: "todas las pruebas disponibles llegan a dos conclusiones. La primera, que la Sexta Extinción está en marcha; la segunda, que la actividad humana es su fuerza motriz". La diferencia con los episodios previos radica en que en ellos "muchas especies no murieron del todo, se fragmentaron en dos o más especies hijas". Ahora la velocidad de desaparición es tan acelerada que ese proceso no tiene lugar: no queda ningún descendiente.

El cambio climático es la manifestación más patente y universal de la catástrofe que afecta a la Tierra, y también de la falta de unidad, de visión global de la Humanidad para enfrentarlo. Una tragedia en tiempo presente y que deja poco futuro. "Cuando el calentamiento atmosférico global sobrepase los dos grados de aumento (ya ha alcanzado la mitad), el clima de la Tierra se desestabilizará. Los récords de calor que hoy en día consideramos históricos se convertirán en algo habitual. Lo normal será que haya tormentas intensas y anomalías meteorológicas. El derretimiento de la capa de hielo de Groenlandia y la Antártida, que ya se ha iniciado, se acelerará y provocará una geografía y un clima nuevos en las masas continentales". ¿De verdad puede llegar a ocurrir un cambio tan catastrófico?, se interroga Wilson, haciendo suya una pregunta común entre los receptores de ese mensaje. "Ya ha empezado". Incluso contando con la buena voluntad de los gobernantes (y no todos la tienen ni los que la tienen la llevan a efecto), se tiende a lo que Garret Hardin bautizó como "tragedia de los comunes": cada nación (y cada individuo) que comparte un recurso limitado tiende a utilizar la cuota máxima que se le permita, de modo que el conjunto tiende a agotar ese bien. Esta regla se aplica a la propia dispersión de la especie humana. "Al duplicarse en número una y otra vez, la gente se abalanzaba sobre el planeta como una raza hostil de alienígenas".

El movimiento conservacionista ha tratado de contrarrestar el ataque a escala planetaria auto-infligido por el hombre contra su hogar biológico, pero no ha sido suficiente. Más aún, sus "carencias" han sido aprovechadas por la nueva "ideología antropocénica", que niega la existencia de una naturaleza salvaje (todo son "paisajes funcionales"), juzga la biodiversidad por su servicio a la humanidad y defiende la máxima de que el destino de la Tierra es estar humanizada. A ese pensamiento, que contempla el planeta como "un jardín semisalvaje cuidado por nosotros" (una idea nuclear en el debate sobre conservación en Asturias en las últimas décadas y que incluso ha encontrado acomodo en el eslógan oficial "guardianes del paraíso"), lo llaman "nueva conservación". Wilson responde con una frase del explorador, naturalista y geógrafo Alexander Von Humboldt: "La visión más peligrosa del mundo es la de aquellos que no han visto el mundo".

La solución

Dedica Wilson la segunda parte del libro a describir la biodiversidad actual o, para ser exactos, su investigación científica, los descubrimientos y lo mucho que aún queda por conocer. Llega así a la tercera parte, "La solución", la argumentación del proyecto "medio planeta". "En todo el mundo existen auténticas zonas salvajes que, si lo permitimos, continuarán siéndolo. Pero también existen muchos otros lugares cuyos ambientes vivos pueden restituirse casi hasta sus condiciones originales", establece Wilson, quien añade, como apoyo de la viabilidad de su propuesta, dos constataciones: "el crecimiento de la población ha empezado a desacelerarse de manera autónoma" (hay un cambio de estrategia biológica en la especie humana hacia una descendencia menos numerosa y mejor cuidada) y "el crecimiento económico extensivo está siendo sustituido con rapidez por un crecimiento económico intensivo", es decir se está pasando de un modelo de desarrollo basado en la adición continuada de capital, población y tierra sin explotar a otro generado por la invención de nuevos productos de alta tecnología y la mejora (...) de los ya existentes". "Realismo ecológico", acuña.

La "partida final" de la conservación de la biodiversidad se juega en el siglo XXI. Las industrias "BNR" (Biología, Nanotecnología y Robótica) "tienen capacidad tanto para favorecer la biodiversidad como para destruirla", afirma Wilson, quien expresa su convencimiento de que "la beneficiarán" a través del "distanciamiento entre la economía y los combustibles fósiles, y el acercamiento a las fuentes de energía limpias y sostenibles", así como de una "mejora radical" de la agricultura y de "la necesidad e incluso el deseo de viajar lejos". A su juicio, esos "son los principales objetivos de la revolución digital". ¿Una utopía? "Si la humanidad continúa con sus métodos suicidas para propiciar el cambio climático, eliminar los ecosistemas y agotar los recursos naturales, nuestra especie se verá muy pronto obligada a elegir (...): ¿seremos los conservadores de la existencia, manteniendo nuestra naturaleza humana basada en la genética mientras reducimos las actividades dañinas para nosotros y el resto de la biosfera, o utilizaremos nuestra nueva tecnología para adaptarnos a los cambios que sean importantes solo para nuestra especie mientras dejamos que el resto de la vida desaparezca?". La Tierra aguarda respuesta...

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