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Música

Pompa y circunstancia

Una defensa de la diversidad del legado clásico

El largo camino de la opinión pública y publicada española deja ver, en varias generaciones, lo lejos que se está de tener una opinión sobre la música sin barreras y con criterio abierto y nada restrictivo, ajeno al tópico y al prejuicio.

El último ejemplo lo tenemos en este mismo diario en uno de los magníficos artículos que Javier Cuervo ha dedicado, la pasada semana, a los Premios Princesa de Asturias en el cual deslizaba, con su habitual ironía, que el aroma musical de los premios era un verdadero aburrimiento porque estaba dominado por la música clásica, tan propicia para "la pompa"; avisando, de paso, a la Princesa de Asturias de cara al futuro para ver si acierta en un cambio de repertorio. Esta afirmación, en un sector cultural tan vapuleado en España, ha levantado malestar a través de las redes sociales.

Es curioso cómo el periodista exhibe oído selectivo y sólo escucha lo que le viene bien para su mirada incisiva. La única música clásica de los Premios está en el concierto previo a la entrega de los galardones en el Campoamor y que tiene una duración alrededor de una hora; a éste hay que sumar otros cinco o siete minutos más de la fanfarria a cuyos acordes entran los premiados en el teatro -la duración ahí depende de la agilidad de los mismos al recorrer el pasillo central del teatro-. Por lo tanto, en esa hora larga se concentra la supuesta pompa aludida porque no hay más. La banda sonora de los Premios es otra y onmipresente, popular y folclórica. La música tradicional asturiana es la reina absoluta de la semana de los Premios. Con gaitas son recibidos y despedidos los homenajeados. Una concentración de decenas de grupos folclóricos de toda la geografía asturiana toma literalmente el recorrido entre el hotel de La Reconquista y el Campoamor: acompaña a los premiados, a los invitados y a la ciudadanía que inunda las aceras y plazas colindantes y, a la vez, amortigua el rugir de las protestas contrarias al evento, entre cuyas actividades vi anunciado, en esta edición, al coro antifascista "Al altu la lleva", que ha actuado con Nacho Vegas en varias ocasiones y que amplía, y mucho, los repertorios más usuales del mundo coral. ¡Hasta los himnos en el teatro están a cargo de los gaiteros y no de pomposos violinistas!

Escribí varias veces que uno de los grandes problemas del mundo musical en España es el alejamiento, salvo excepciones muy contadas, de los intelectuales de la música -sobre manera la que convenimos en llamar clásica-, algo inaudito en el resto del mundo desarrollado. Es un problema educativo muy grave que ha llevado a hacer creer que la música clásica es una especie de monolito en el que todo es igual. La música clásica puede ser apropiada para la pompa y, también lo ha sido, y mucho más, históricamente, para la denuncia, para el clamor de la humanidad en la búsqueda de la libertad y la igualdad y, por supuesto para la ironía y la diversión.

Muy, muy lejos del boato, podemos ubicar a unos cuantos compositores que nos dejaron legados artísticos maravillosos mientras escribían, a duras penas, creaciones musicales en los campos de concentración antes de ser gaseados durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo. A través de los siglos, cientos de creadores vieron censuradas sus obras líricas, o de otros géneros, por sus críticas feroces al poder establecido, ya fuese civil o religioso. Y también podemos destacar cómo nuestros autores de zarzuela aprovechaban la excepcional popularidad de sus creaciones para realizar aceradas críticas sociales y políticas. En fin, que siglos y siglos de música nos permiten hablar de estilos, escuelas y, a la postre, parámetros creativos tan diferenciados que reducirlo todo a una especie de ladrillo pesado y ceremonioso es reduccionista e injusto.

Para la terapia de esta semana, como decía otro Javier de este diario, en este caso Neira, se recomienda escuchar, por un lado, la gravedad de "Pompa y circunstancia" de Edward Elgar que se adaptó para la coronación de Eduardo VII y, a la vez, la lectura de un ensayo maravilloso del compositor Benet Casablancas titulado: El humor en la música. Broma, parodia e ironía. Son dos momentos muy diversos para que cada cual escoja a su gusto.

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