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Música

Reivindicación de la opereta

Emilio Sagi saca del armario un género olvidado con "El Cantor de México"

Luis Mariano.

Dentro del amplio universo de la lírica, hay una serie de repertorios que están en los bordes y que, como un eterno Guadiana, reaparecen de vez en cuando y luego vuelven al silencio. Títulos concebidos de una forma peculiar que estaban pensado para sus protagonistas que eran, a su vez, quienes encargaban las obras. Las grandes estrellas del pasado siglo XX, especialmente hasta la década de los sesenta, aprovechaban de manera transversal todos los recursos disponibles para llegar al gran público. Luis Mariano, el popularísimo artista vasco, era una de las estrellas populares más rutilantes de la época. Protagonista de películas de enorme difusión, era en el musical, en las operetas que él capitaneaba, donde tenía contacto directo con un público que acudía en masa a sus espectáculos.

En 1951 estrena en París, en el teatro du Châtelet, la opereta "Le chanteur de Mexico" compuesta por Francis López, un compositor al que le unió una larga y fecunda relación profesional. Decenas de funciones avalaron la impresionante acogida del "Cantor" que, cinco años más tarde, fue llevado al cine en una coproducción hispano-francesa firmada por Richard Pottier. Emilio Sagi, hace unos años también en París, y ahora en el madrileño teatro de La Zarzuela ha apostado por este repertorio olvidado, demostrando que se puede sacar adelante más allá de disponer de la opción de una superestrella para protagonizarlo.

Sagi, como en su momento hizo con la zarzuela, le ha dado la vuelta al mismo apostando por un alto nivel de calidad de todo el proyecto. De esta manera se reivindica la música de Francis López y se demuestra que aún puede y debe llevar mucho público a los teatros. Nada menos que dieciocho funciones a teatro lleno se han realizado en Madrid, y el éxito ha sido apoteósico -incluso se llegó a aplaudir la escenografía en todas las sesiones-. El director de escena asturiano da en el clavo al potenciar el contenido "camp" de la obra y, además, reforzarlo con un sugerente toque "queer", que le da una mirada especial y contextualiza la acción con un perfume de ligereza y desenfado. Es música pensada para entretener, de forma liviana y sin complicaciones. Como explica el propio Sagi, estamos ante un espectáculo que él ha enfocado "trabajando instintivamente, intentando hacer llegar al público de hoy ese universo, entre kitsch y dadaísta, del libro y esa sensualidad nostálgica y a la vez totalmente alocada de las melodías de Francis Lopez".

La reivindicación de un repertorio y que éste vuelva otra vez a ser relevante en los teatros está directamente relacionada con el acierto en su recuperación. La calidad es básica para conseguir el objetivo. Que otros teatros españoles y europeos estén detrás de esta producción indica el acierto del teatro madrileño que ahora también ha puesto el punto de mira en la revista, otro género arrinconado que, a buen seguro, tendrá nueva vida.

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