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Tinta fresca

Bienvenidos a lo tierno y lo salvaje

Román Piña relanza una novela que profetizó en 1995 la turismofobia

Corría el verano de 1995 y la esposa de Román Piña estaba embarazada de pocos meses de la que fue su primera hija. Quizá fue ese estado de gestación lo que le motivó a sentarse "a incubar una novela". Era su primer conato serio de escribir un relato largo tras una prueba que no salió adelante en 1990 y 1991. Y nació Un turista, un muerto: por culpa de o gracias al mundo de los sucesos. Lo explica él mismo en el umbral: "Durante meses había estado recortando noticias de la prensa de las páginas de sucesos porque me tenían maravillado y acongojado. Aquellas historias me sembraban de perplejidad y asombro ante la naturaleza humana y me invitaban a reflexionar y a escribir. En mí se escondía un columnista de opinión -algo que el tiempo hizo realidad-, o un escritor de periódico en la estela de un Umbral, propenso a hacer humor con la actualidad. Por eso fue inevitable que aquella novela tuviera por protagonista a un redactor de sucesos y columnista, cinéfilo e inadaptado".

Decidió que el libro tuviera forma de diario y se pegó como una lapa a la realidad, lo que implicaba "no esquivar ninguna referencia temporal ni local. Palma y Mallorca eran no sólo un escenario exprimido sin piedad, sino el mundo entero. Recuerdo mi duda de principiante: ¿qué vigencia tendría, pensaba, a medio o largo plazo, una alusión a una película como Acción mutante o a persona como Santiago Segura? Me respondí que daba igual. Escribía una novela de los años 90 para los años 90. Su caducidad no me preocupaba".

Veintidós años después está claro que "muchas cosas han cambiado en Mallorca, España y el mundo. Ya no existe uno de los paraísos celebrados por mi personaje, el bar Moka. Entonces me parecía imposible que un bar tan mítico y concurrido pudiese desaparecer, una ingenuidad propia de quien ha vivido poco. Pero entiendo también que las referencias de cultura popular que plagaban el libro no resultan hoy oscuras ni lejanas. Para más sorpresa, descubro que di alas hace 22 años a una ficción que hoy, en 2017, se ha hecho carne: la llamada turismofobia". De ahí que la realidad imponga una segunda edición porque el libro "tuvo algo de profético, sin pretenderlo".

Maticemos: el terrorismo contra el turismo no es el asunto principal del libro sino una subtrama. Pero el título Un turista, un muerto, "aunque traicionaba un tanto el alma del libro, funcionaba mejor como cebo. Me dije: que el morbo permita a los lectores enfrentarse a lo que de verdad me importa, los delirios de mi personaje, su terapia contra la realidad, su humor negro y su amor blanco y mudo". El grupo terrorista turístico de su obra proponía en 1995 secuestrar un avión y estrellarlo en Magaluf (zona turística de Mallorca). El protagonista, Nofre Pou, "vive en las nubes, o en el cine, constata su imposibilidad de enamorarse y dejar de ser impotente, pero, ay, conoce a una higienista dental que le pone los pies en la tierra. ¿Influencias? "Umbral, Faemino y Cansado, más Homero y Garcilaso. El quid del todo es el cóctel 'salvajada y ternura'. En varios momentos la prosa se sube a la métrica del endecasílabo". Sírvame una copa, por favor.

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