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Arquitectura

Lo que hacía falta

El claro mensaje arquitectónico de Francis Kéré al reducir materiales y recuperar métodos constructivos

Pabellón Serpentine 2017, Londres, Francis Kéré.

Todas las vanguardias basculan entre dos principios que pueden parecer el mismo pero que no lo son. Uno lo resumiría la expresión: "¡lo que faltaba!", que muestra la sorpresa, la reacción afectada de la realidad artística establecida por la novedad, que llega siempre y la pone en peligro. Y así el vanguardista se convierte en un nuevo escalón en la lista, es "La libertad guiando al pueblo", es el que lleva la batuta del futuro. Esta citada es la lectura habitual, sin embargo creo de otro modo, que en cada época existen por todo el mundo artistas que son fieles a una determinada actitud y que la sociedad es la que escoge en cada momento "lo que hace falta" y desestima al resto. Juan de Herrera hizo el Escorial porque Felipe II tenía que canalizar el oro que venía de las Américas. Los modernistas hacían falta para gastar, para dar un sentido, a los beneficios de la Revolución Industrial y el racionalismo y funcionalismo arquitectónico no fructificó por su pureza y mensaje limpio y claro sino por la necesidad de reconstruir de manera económica y rápida un continente destrozado tras las guerras. Ahora queremos a Kéré.

Diébédo Francis Kéré lleva en su nombre dos realidades: en Diébédo la de Burkina Faso, donde nació hace poco más de cincuenta años, y el más universal Francis que nos vincula con su vida global. Se formó como arquitecto en Berlín, donde radica su estudio, y ha ganado ya prestigiosos premios de arquitectura como el Agha Khan, que se concede a obras en el ámbito árabe, por su escuela en Gando. Es miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias, y ha recibido también numerosos galardones relacionados especialmente con la sostenibilidad. Es pieza fundamental de muchos foros, convenciones, Bienal de Venecia... Pronto el ICO le rendirá exposición antológica en Madrid y no se extrañen si recibe honores aún mayores... Este año, como guinda, ha sido el escogido para realizar el prestigioso Pabellón Serpentine en el Hyde Park de Londres que todos los años se encarga a un arquitecto extranjero de reconocido prestigio que nunca haya construido en el Reino Unido. El pabellón creado quiere recordar los árboles comunales que sirven como un punto de encuentro para el debate en su país de origen, rodeado de un cierre azul que también relaciona con el color de vestimentas de días especiales en su comunidad africana.

Su obra es muy atractiva porque siempre tiene un mensaje arquitectónico claro, conseguido en base a la reducción de materiales, y por la elevación de los métodos constructivos locales en su discurso formal. Es de algún modo, permítanme la extrapolación exagerada, como cuando Nino Rota sublimaba las canciones populares italianas para componer las melodías de las bandas sonoras de Fellini.

Sus obras disfrutan de una luz ecuatorial, que los demás soñamos, pero la utiliza con mesura, compensando en la sombra, valorándola como el agua. El material cerámico muchas veces, tierra y fuego, se utiliza metódico, a veces como un orden o anáfora, otras como encofrado perdido para crear lucernarios redondos como soles, de distintos tamaños, como seres que crecen. También girando módulos crea poblados en vez de grandes edificios. La mano de obra que vemos en las fotos, no disfruta de la seguridad que aquí exigimos, y vemos hombres ligeros subidos por la cerchas livianas también dónde la vida, que lo es todo, no vale nada. Muchas veces chapas metálicas (como las que cubren chabolas de arrabales, de aluviones de gente, de inmigrantes, migrantes, presos sumisos, de hambre, de aquellos que nos contó Kapuscinski, que vemos en telediarios, aquellos que no conocemos sino por fotos en blanco y negro), aquellas chapas digo, pierden el tinte de miseria para convertirse en un plano abstracto ligero que recoge el calor abrasante y deja por su inferior que pase el aire.

Soy crítico conmigo mismo al valorarle, tengo mis dudas sobre este Yo europeo bien alimentado... Quiero decir ¿es lo de siempre? vamos, que lo premiamos y apreciamos porque vemos en su arquitectura la nuestra escrita de otro modo, y por tanto nos valoramos a nosotros mismos en él o ¿es que en realidad vamos a apostar ya por esta tierra africana para que salga de su estacada? En realidad muchas de sus obras son escuelas, guarderías, clínicas... y esto ya es esperanza.

Pero Kéré es sobre todo "lo que nos hace falta", queremos a Kéré porque condensa lo que esta sociedad, la nuestra, necesita ahora para dar su mensaje: por la urgencia imperiosa de frugalidad, porque se pueda componer con recursos limitados, por poder mirar a la propia tierra con los ojos del mundo (que no es lo mismo que encerrarse egoístamente en ella) y porque sólo la arquitectura sostenible garantiza un futuro asumible. Ese es su legado, su regalo importante, y debe de ser, sin retorno ya, el nuestro.

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