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Libros

Siempre hay algo a punto de ocurrir

Juanjo Barral narra un viaje iniciático en Sobre la marcha

Todo viaje implica un modo de aprendizaje distinto, el crecimiento que implica la experiencia propia no es algo que puede aplicarse a otros medios de alzar el vuelo con la imaginación o la lectura, el camino andado con su dificultad y belleza nos transforma por dentro y por fuera. Dos jóvenes recorren Europa con un billete de InterRail. Viaje iniciático que nos recuerda a la generación beat por el ritmo de sus páginas y su prosa, cuyo protagonista acompaña con la lectura de Cortázar y Rayuela, juego que bien podría encajar en este pequeño puzle de aventuras que el autor nos propone a través de su experiencia propia (en la nota final el autor desvela la ficción o realidad de este libro que comienza a gestarse tras ver la película On the Road pero que el autor vive en carne propia muchos años antes). La magnífica edición nos permite curiosear en las propias anotaciones y recuerdos que el autor guardó en su cuaderno y que ahora ha recuperado para este libro junto a una fotografía que nos ofrece la imagen de estos dos jóvenes ávidos de nuevas experiencias.

El escritor asturiano Juanjo Barral ha publicado varias novelas y relatos inspirados en sus vivencias y viajes, rescatando a través de la palabra escrita ese espíritu viajero y libre que mantiene intacto tanto en su escritura como vida. Ha publicado además varios libros de poesía y es conocido por coordinar desde 1995 junto a Braulio García Noriega y Javier Berros la imprescindible y siempre necesaria La Última Canana de Pancho Villa (colección con más de seiscientos títulos hasta la fecha). Espíritu inquieto de difícil acomodo cuya tinta parece acompañar en toda aventura.

De ciudad en ciudad descubrimos a través de la frescura y espontaneidad del relato cómo la vida surge casi como un milagro que nace cada amanecer. En la descripción alcanzamos a rozar la belleza de la primera mirada: "París es un sueño urbano recreado por el hombre en estado de gracia. Las avenidas abiertas, sus elegantes edificios, esos puentes como abrazos. Y la Torre Eiffel al fondo, lejanamente próxima, como una mujer majestuosa irradiando ternura". Existe una poética del viaje difícil de transcribir: "El destino se vuelve navegable. Entre Pont de St. Michel y Pont Neuf anoto: Pies de piedra. / Puentes que se tienden y recogen/ clochards. / Abrazos de agua". Este viaje se convierte en deleite de los sentidos, no queda resquicio de belleza al que este espíritu de libertad no conceda un minuto de abandono: "Me quedo clavado delante de sus lirios. Durante unos segundos el cuadro se apodera de mí, me determina. También me entretengo un buen rato con algunos de sus autorretratos, por los que siento especial debilidad (desde chaval). En particular ese en tonos azules cuyas pinceladas giran alrededor del rostro. Un lienzo más de los suyos que ha conseguido meterme dentro, abducirme". Imprescindible cierto carácter para observar cierta belleza, imprescindible también cierta predisposición y sensibilidad pues como bien se señala en el libro: "Siempre hay algo a punto de ocurrir". Pero es necesario recordar que el "poema existe porque tú estás allí para leerlo". Aquí comienza un nuevo viaje, el de quien decide adentrarse en estas páginas y viajar a través de ellas.

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