Quienes recuerdan Una novela vienesa (Minúscula, 2014) saben cómo suena la pluma de David Vogel. Menos serán los que hayan accedido a Una vida de casado, traducida en 1994 y descatalogada hace tiempo. Unos y otros conocen las cualidades de Vogel (1891-1944) y admiten que si su obra ha atravesado de perfil el siglo XX, ha sido tan sólo por haber preferido el hebreo al yiddish y por la compleja peripecia vital del propio autor. Una vida escalofriante, marcada por exilios y persecuciones, cuyo tramo final reverbera con hiriente nitidez en la autobiográfica Todos marcharon a la guerra, escrita en 1940, enterrada en un jardín y solo recuperada al callar las armas. Vogel recurre al humor más sombrío para relatar la vida de los campos, la anulación de la personalidad, la desazón, la incertidumbre y el inevitable convencimiento de que la estación final de la estampida no es sino la muerte. Inolvidable.