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Colapso nazi en Berlín

La novela de Heinz Rein, que permaneció décadas sin ver la luz, describe el opresivo final de la capital del III Reich

Colapso nazi en Berlín

Pocos libros describen de manera tan brutal el opresivo y catastrófico epitafio de la guerra como Final en Berlín, una novela que los alemanes descubrieron décadas después de que fuera publicada por primera vez en 1947. Heinz Rein (1906-1991), su autor, fue empleado de banca, hasta que se quedó sin empleo debido a su militancia en la izquierda, y periodista. En 1934, el Gobierno nazi prohibió su obra y pasó un tiempo custodiado por la Gestapo, haciendo trabajos forzados. Más tarde como consultor literario para la administración alemana en la zona de ocupación soviética reunió el conocimiento necesario de la situación para rendir testimonio histórico del colapso nacionalsocialista en un asombroso thriller político dominado por la muerte, el dolor y la destrucción. Sus imágenes son tan poderosas que uno se pregunta, igual que se preguntaron antes tantos otros, cómo es posible que el libro permaneciese durante años sin que nadie se preocupase de volver a sacarlo a la luz. Como veremos después, un ominoso silencio lo explica.

Si los expresionistas se imaginaron las ciudades desplomándose, Rein narra el Berlín destrozado y bombardeado y lo mezcla con la objetividad del mejor periodista. Es la ciudad ardiente sobre la que cuelgan nubes de humo como un muro oscuro, ruinas y montones de escombros por los que los niños trepan como cabras. De sus páginas brota el sigilo fantasmal en las calles, el ambiente de los refugios antiaéreos aplastados donde las personas aterrorizadas se sientan juntas para protegerse con el contacto de sus cuerpos. Cuando el lector se sumerge en la novela lo hace también en el silbido de las bombas, y el traqueteo de las huellas del tanque permanece zumbando en los oídos y no se apaga fácilmente. Las SS peinan las casas en busca de desertores. Los cuelgan de las farolas para intimidar al resto de los vecinos. El deseo de represalia antes de la derrota es notorio y está legitimado por una orden de Hitler: cualquiera que decida huir será asesinado.

Al igual que el bestseller de Hans Fallada, Solo en Berlín, la novela de Rein significó un gran redescubrimiento. Ambas aparecieron en 1947 como si se tratara de dos respuestas furiosas ante una misma catástrofe. Como sucede con Fallada, Rein describe en la Alemania nacionalsocialista un mundo de pesadilla en el que el terror puede golpear despiadadamente hasta el momento final. El miedo y la desconfianza son omnipresentes en la atmósfera que dibuja. En cualquier momento, los guardias antiaéreos, los magistrados y otras figuras fieles al III Reich pueden convertirse en alemanes "derrotistas" y "pesimistas" enemigos de la patria. Y, por tanto, condenados. El nacionalsocialismo, que prometió "héroes", ha terminado siendo una sociedad de seres acojonados y corruptos. Alguien dijo de Final en Berlín que era lo más parecido a una "película filmada en papel". Además del brillo de autenticidad que desprende, hay en ella una secuencia cinematográfica casi ininterrumpida. Con una viveza impresionante y una dramaturgia ligada a las imágenes que sustentan el suspense a lo largo de la historia que cuenta Rein con gran pulso narrativo. Como música de fondo, podríamos llamarlo banda sonora, transcurre un discurso romántico sobre el nacionalsocialismo, marcado por la urgencia del primer año de posguerra y directamente alimentado por la ira y el horror.

Al final de la guerra una especie de conspiración colectiva, en parte una negación del pasado, silenció el terror como si se pretendiese enterrarlo junto con los escombros de Berlín. Tampoco fueron demasiados los autores que escribieron sobre la destrucción, y al público literario se le privó de lo escrito durante algunas décadas. El dolor se ocultaba al mismo tiempo que se intentaba exorcizar la barbarie nazi. Además de Rein y Fallada, escritores más reconocidos como Heinrich Böll -autor de una melancólica novela sobre las ruinas titulada El ángel callaba y que empieza precisamente el día de la capitulación del Reich-, Hermann Kasack, Hans Erich Nossack y Peter de Mendelssohn abordaron la destrucción de las ciudades y los pueblos alemanes, bastante más de un centenar, y la supervivencia de un país en medio de sus cenizas. Sus obras serían desempolvadas mucho más tarde. Atribuirse el papel de víctimas significaba tener que avergozarse repetidamente por haber sido los verdugos.

Rein se encarga en aproximadamente 800 páginas de consignar la devastación, dejando constancia del sufrimiento de una sociedad educada de manera inhumana por un hatajo de matones salvajamente conscientes. Hasta el final, que no es ninguna broma.

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