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La brújula

Doble seducción

Prodigios, el universo plástico del argelino Rachid Koraïchi para una antología de poesías árabes

Pese a la inmensa belleza que se aloja en sus apenas 150 páginas, Prodigios. Una antología de poesías árabes es, conviene advertirlo, mucho más que un libro bonito. El medio centenar largo de poemas que recoge, algunos de ellos primicia en castellano, funcionan, en efecto, como una muy seductora puerta de entrada al universo lírico arábigo. Un modo de expresión, la poesía, que en la cultura de Oriente Medio y la orilla sur del Mediterráneo desempeñó, según dejó escrito el eminente arabista Emilio García Gómez, el papel de "arma política, código moral e incensario de príncipes".

Prodigios reúne tres antologías en una. La primera, de poesía árabe, presenta 19 voces, desde el preislámico Imrú al Qays, "el rey errante", precursor de la casida, al palestino Mahmoud Darwish, fallecido en 2008, de verso inervado por el exilio. Viene después una muestra de la poesía de Al Andalus, espacio histórico que sigue haciendo sonar la cuerda árabe de la nostalgia como un lamento por el paraíso perdido. Casidas, moaxajas, zéjeles concebidos por los cordobeses Ibn Hazm e Ibn Quzmán, el valenciano Ibn Jafaya o el murciano Ibn Arabi, el "maestro supremo". Y, a modo de cierre, otros 19 poetas. Estos son argelinos, del siglo XI al tiempo presente, y sus piezas desbordan el amor, la fugacidad del tiempo y la guerra medievales para, tras arduo combate autoral en pos de la libertad de asunto, desembocar en destierros, zanjas políticas y ciénagas burocráticas.

De todo este selecto corpus se ha empapado el pintor, grabador y calígrafo argelino Rachid Koraïchi (1947) para ejecutar medio centenar largo de planchas que son, con permiso de la poesía, la joya nada oculta que hace resplandecer Prodigios. Koraïchi, formado en Argel y en París, se educó y permanece en la cultura sufí, mística para los más, herética para los torpes. Los sufíes perciben los libros como objetos sagrados y Koraïchi ha abordado estas páginas con esa disposición de ánimo. El resultado son amplios paneles en los que caligrafías de inspiración árabe y extremo oriental conviven, y en ocasiones se hibridan, con todo tipo de representaciones geométricas y figurativas buscando en cada intento nuevos y sorprendentes esquemas compositivos. El título no miente. Estamos ante un prodigio.

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