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La brújula

Veinte escritoras victorianas convocan a sus fantasmas

Cuando en 1837 arrancó el reinado de Victoria, eran aún numerosos quienes creían en paseos de ánimas en Noche de Difuntos. Victoria fue envejeciendo y la sociedad inglesa aceleró su industrialización, robándole gente al campo y engordando las urbes. Pero la fe en los fantasmas se robusteció gracias al estallido ocultista. No es de extrañar, pues, que la era victoriana fuese la edad dorada del relato de fantasmas. Muchos de ellos fueron escritos por mujeres, a menudo bajo falsas identidades masculinas. Algunas ( Charlotte Brontë, Elizabeth Gaskell, Charlotte Riddell, Margaret Oliphant o Willa Cather) son bien conocidas. Otras habían pasado más desapercibidas. Una veintena de estas Damas oscuras son las autoras de los relatos agrupados en este espléndido volumen, cuya lectura debe iniciarse cuando decaiga la tarde de Reyes y las sombras del invierno incipiente se ciernan sobre las difuntas Navidades.

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