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Tinta fresca

Un ocaso difícil que resolver

García Jambrina cierra con brillantez su trilogía sobre Fernando de Rojas en "El manuscrito de fuego"

Fernando de Rojas ha vuelto. Luis García Jambrina le pone en aprietos en El manuscrito de fuego, la tercera entrega de sus aventuras: nada menos que investigar por encargo de la emperatriz Isabel de Portugal un asesinato real: "La muerte a manos de unos desconocidos de don Francés de Zúñiga, también conocido como Francesillo, bufón del emperador Carlos V y autor de una 'Crónica burlesca' en la que se mofa, con gran ironía y mordacidad, de toda la corte, lo que le granjeó numerosos y poderosos enemigos. Son muchos, pues, los posibles sospechosos, desde algunos Grandes de España a varios rivales del bufón, como fray Antonio de Guevara. A través de las diversas pesquisas por Medina del Campo, Béjar y Salamanca, iremos conociendo la ajetreada vida y la compleja personalidad de este singular personaje, lleno de recovecos y contradicciones".

Es un Fernando de Rojas "crepuscular, desengañado del mundo y muy mermado de facultades que no tendrá más remedio que abandonar su confortable retiro en Talavera de la Reina para hacerse cargo del caso. Para resolverlo, contará con el testimonio y el punto de vista de numerosas personas que tuvieron relación con Francesillo, desde la propia emperatriz o la duquesa de Béjar hasta el doctor Villalobos o el también bufón Perico de Ayala, así como con la inestimable ayuda de un estudiante llamado Alonso Jambrina, en quien cree ver un reflejo de su añorada juventud. En Salamanca se encontrará también con su amada Sabela y algunos fantasmas del pasado".

Se rescata del olvido en este tapiz tejido "con los hilos de la Historia, la literatura, el misterio, la aventura y la intriga" a don Francés de Zúñiga, sobre el que se dan a conocer "ignorados aspectos y facetas de su peculiar biografía y se ponen en tela de juicio algunas leyendas que sobre él han circulado a lo largo de los siglos. Aunque se trata de una figura menor de la literatura del siglo XVI, Valle-Inclán llegó a considerarlo por su estilo y manera de motejar uno de los antecedentes del esperpento. Francisco Umbral lo admiraba y lo consideraba el santo patrón maldito de los periodistas españoles, ya que fue castigado y repudiado por decir la verdad. Francesillo ejerce, además, su oficio de loco fingido u hombre de placer en un momento en que Erasmo de Rotterdam acaba de publicar su famoso 'Elogio de la locura' y los bufones están en entredicho". Y es "un homenaje a la Universidad de Salamanca en uno de sus períodos de máximo esplendor, justo cuando se acaba de construir su famosa fachada plateresca, de cuyo enigmático programa iconográfico intento ofrecer una nueva y osada interpretación, concorde con la trama de la novela y el contexto político de entonces. Son años en los que las heridas abiertas en Castilla por la guerra de las Comunidades todavía no se han cerrado y el Estudio salmantino se debate entre su tradicional dependencia del papado y los intentos de control por parte del emperador". Pasen y lean.

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