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Poesía

Caudal vegetal

Comiendo de una granada, cuaderno de bitácora y tercer poemario de Esther Muntañola

Esther Muntañola, artista plástica y poeta, nos presenta su tercer poemario, un modo de atravesar la realidad desde el compromiso y la pureza de voz y acción, un lirismo sincero cuya honestidad logra alcanzar una autenticidad difícil de encontrar no solo en poesía?. Como bien describe Marisol Sánchez Gómez en el prólogo de este libro hay algo extraordinario en el acto de comerse una granada, un acto aparentemente cotidiano pero que rompe una belleza intacta para ofrecer una versión quizá más amable de la realidad: "Hay algo mágico en el acto de abrir una granada y descubrir el rojo brillante de sus pepitas, deliciosamente hinchadas de un jugo fresco al que hay quien añade siempre algo de azúcar que atempere su trasfondo ligeramente acre". No añade condimento alguno Esther Muntañola y sí recuerda la brutal realidad que avanza sobre nuestra historia sin avergonzar a rostro ni opinión alguna. A través de este cuaderno de bitácora con el que amplía y profundiza en su mirada, reflexiona y denuncia la pasividad frente al dolor y la injusticia: "El dolor brutal del desamparo. Qué podemos hablarles a esos ojos, con qué boca emitiremos sonidos aceptables, con qué manos acariciaremos esas cabezas y levantaremos esos cuerpos". Es su voz la que se alza ante el silencio con una sinceridad apenas reconocida por el hábito que la hipocresía ha convertido ya en nueva piel. Rasga su voz toda falta de empatía y todo sistema aplicado desde egocentrismo alguno. A modo de rescate o salvación la naturaleza nos ofrece un lugar donde limpiar esta mirada y esta experiencia y este "caudal vegetal" es narrado y reconocido por la poeta como si un nuevo camino se abriese a nuestros pies: "Los árboles trazan /el camino del agua".

Esta supervivencia que marca tanto voz como poema, toma la palabra a modo de tejido que extiende y en cuyo pulso sentimos la veracidad de lo sentido y narrado en el poema, una realidad que ha de ser contada (y recordada) en su total amplitud: "Tomo la palabra/ con tiento, / como quien extiende una tela/ y desplaza la mirada por su superficie". Antes que el poema, indica, surgió el "asombro, silencio, espacio" y de este despertar nace quizá el aliento o la necesidad de la palabra ante "la falta de amor en los ojos de los hombres", algo cuyo sentido no encuentra razón alguna pues "solo somos pequeñas lumbres/ al aire de la noche". Es posible por tanto otra mirada y otro modo de afrontar y enfrentarse a la realidad, posible incluso arrojarse y "abismarse en el amor, caer". Pero quizá esa sea ya otra historia, nace aquí el primer paso para ese segundo paso necesario.

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