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Arquitectura

Constructivismo, una vanguardia que ya dura cien años

El arte que nació para elevar a la clase obrera muestra su plenitud en el contexto de la memoria de la Revolución rusa

Réplica en Estocolmo del Monumento a la Tercera Internacional o Torre de Tatlin. ROGELIO RUIZ

La revolución rusa, cuyo centenario fue la gran efémeride del año que acaba de terminar,trajo consigo una alegría de creatividad que fue el constructivismo. Conferencias como la estupenda de la estupenda arquitecta Ester Roldán en la sala Manglar de Oviedo, o como la que pronto vendrá de la mano del catedrático de la Coruña Alonso Pereira en el lujo ovetense que es Tribuna Ciudadana (me informa Toribio), jalonan la celebración.

La tremenda importancia que para la historia de la arquitectura tuvo el constructivismo ruso, el hijo de esta revolución del 17, desapareció en general como parte de la Rusia que conocemos hoy. La locura de Mayakovsky, aquellos poemas maquinistas que elogiaban, como por aquella época hacía Marinetti en el futurismo italiano, la nueva imagen de la sociedad progresista del pueblo. Si el poder evocativo de la industria en Italia se afirmaba con los dibujos de Sant´Elia, en Rusia, eran Kandiski al principio (que derivó a la abstracción), Lisitski, o Malevich (que acabó en el suprematismo) algunos de los muchos que empujaban este movimiento. Fundamental, sobra decirlo, era la función social del arte como medio de elevar la condición de los obreros y por ello también los carteles propagandistas de la época son una joya, con figuras humanas y, por la facilidad de edición, marcados por colores planos, rojos, blancos y negros. Tatlin, el escultor del Monumento a la Tercera Internacional ,es otro de los símbolos inolvidables. Aquella torre junto a la de telecomunicaciones de Sukhov (aún en pie), y muchas otras que acompañan los dibujos de arquitectura, permanecen en nuestra memoria como metáforas de la elevación de la sociedad trabajadora. Cables tensados en muchos de los dibujos arquitectónicos sujetaban estas columnas metálicas que difundían por las ondas la buena nueva obrera. (Me doy cuenta ahora mientras escribo que mi proyecto final de carrera, un Centro de Nuevas Tendencias Escénicas, se remataba por una torre de radiodifusión, supongo ahora innecesaria, que bebía tantos años después de los rusos). Y es que la vanguardia y frescura de arquitectos como los hermanos Vesnin, o Melnikov nos siguen cautivando. La casa de este último, formada por dos cilindros con ventanas hexagonales sigue en pie desafiante a pesar del tiempo y su pabellón de la exposición de París de Artes Decorativas de 1923 deslumbró al mundo con una modernidad impactante, con diagonales, con la teatralidad incluso de aquella escalinata que, como la fotografía de Rodchenko, mostraba una destreza nueva y continúa desplegando una modernidad tremenda. Ilva Golosov construyó el Club de Trabajadores de Zuev (1927-29) justo en la misma fecha en que Terragni construía su Novocomum (1927-28) en Como, jugando con esquinas similares... Le Corbusier hizo en Rusia el Centrosoyuz para las Naciones Unidas, y se quejó, como todos, de que la modernísima Rusia no contaba con la industria y técnica suficiente para poder llevar a cabo sus ideales (habían sido muchos años de zares y campesinos), además acabado en el 36, cuando ya se había terminado la fiesta, en pleno conservadurismo stalinista, no tuvo la esperada acogida, aunque para arquitectos como Aleksandr Vesnin era el mejor edificio en cien años en Rusia. Vamos, que Le Corbusier se dio cuenta de qué era difícil materializar los maravillosos dibujos en una realidad construída en aquel país.

Sin embargo, con la subida al poder de Stalin en 1929, las cosas cambian. El propio mausoleo para Lenin, proyecto de Aleksej Shchussev de 1929, mezcla de Zigurat y Halicarnaso, ya muestra una nueva tendencia. Tendencia confirmada por la entrada ganadora del Palacio de los Soviets de 1931 que es una "tarta", en lo que se llamó "gran estilo" rematada por una enorme estatua de Lenin, proyecto de Boris Jofan que confirmaba la decadencia y que nunca se construyó (con protestas internacionales por parte de Giedion y del mismo Le Corbusier que lo consideraban traición hacia los ideales que había encumbrado la revolución). Melnikov se ve retirado de su título, se le prohíbe la enseñanza y se le confina en su casa cilíndrica...

Las dictaduras de cualquier signo (hasta las que viniendo del pueblo acaban por concentrar el poder en pocas manos) se acaban uniendo en esta lucha estética contra la modernidad, y esta revolución, que había surgido contra una sociedad dominada por zares que bebían del clasicismo y el rococó, quiso volver a los viejos tratados... Colin St John Wilson recoge en sus Reflections una cita de Stalin diciendo que "el pueblo también tiene derecho a columnas".

Los dictadores, de cualquier signo, se acaban muriendo, pero los sueños de los artistas permanecen, y fijan el tiempo de la Historia.

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