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Arte

Mazarío, paisajes de la quimera

Entre el realismo mágico y el camino de Gauguin, sus visiones de la naturaleza hacen de ella un reflejo de su pintura

"Árboles junto al mar", óleo sobre lienzo de Mazarío.

Aunque nacido en Teruel (Castel de Cabra,1963), José Luis Mazarío vive y trabaja en Santander desde hace mucho tiempo, por lo que se le considera artista santanderino. Junto a otro pintor de Cantabria, ambos habían participado ya en la VII Bienal Ciudad de Oviedo en 1996, exponía hace unos años en una muestra colectiva que tenía lugar en la galería Gema Llamazares de Gijón. Si cito este precedente es por la afinidad conceptual y pictórica de su obra que justificaba su inclusión en aquella exposición que con el título de "Naturaleza Silente", incluía a una serie de pintores que hacen una figuración en cierto modo excéntrica en relación con tendencias más frecuentes o convencionales. Me refiero en concreto a los pintores que fueron llamados "metafísicos" por Dis Berlín, reivindicando su singularidad y poniendo de relieve una cierta condición de extrañeza, enigma o dimensión onírica en su obra. Una iniciativa que tuvo su origen en la exposición "El retorno el hijo pródigo" en 1997, (en la galería Buades de Madrid), título tomado de una obra de Giorgio de Chirico, convocada por Dis Berlín, así como también lo fue "Naturaleza Silente", en la cual participaron, con el bodegón como motivo, los artistas asturianos Miguel Galano, Melquíades Álvarez y Reyes Díaz.

Siempre es interesante, creo yo, recordar iniciativas como esta, cuyo principal impulsor y portavoz fue y sigue siendo Juan Manuel Bonet, porque son cosas buenas para la vida de la pintura. Dicho esto, Mazarío no podría ser considerado estrictamente un "metafísico" si con ello invocáramos la severidad en el cromatismo o en la surrealidad geométrica de la estructura compositiva chiriquiana. Pero el término acoge a diversidad de pinturas en las que predomina la subjetividad, la singularidad y la fantasía. Y en realidad la obra de Mazarío se acerca más al realismo mágico y, menos ambiguamente quizá, a la pintura teorizada y enseñada a una segunda generación de simbolistas, los llamados "nabis", profetas, por Gauguin, quizá añadiendo algunas maneras del expresionismo del norte de Europa. Algún crítico ha señalado una relación con Matisse, pero sería indirecta, porque en la pintura de Matisse, a fin de cuentas, influyeron también Gauguin o Van Gogh. A mí me recuerda por otro lado a Munch sin figuras, en el dinamismo de las formas extendidas a lo largo de la superficie, pinceladas largas u ondulantes, circulares incluso, que junto a un cromatismo luminoso y seductor, intensifican las sensaciones de soledad, quietud y cierta melancolía que transmiten sus paisajes.

Pintor de marcada personalidad en el sentido del ritmo, la forma y el color, curiosamente se desliza en ocasiones hacia lo naif, como en el cuadro grande del columpio. Es como si, en lugar de representar la naturaleza, intentara dotarla de un sustrato simbólico muy concentrado para hacer de ella un reflejo de su pintura. Es como una quimera subjetiva, escenifica presencias en el espacio que configuran visiones de la naturaleza con extrañas disonancias para hacérnoslas ver a su manera. Y no sé si hay "joie de vibre" en eso.

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