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Música

Elitismo mal entendido

El creciente y absurdo malestar de parte de la crítica hacia los artistas clásicos más populares

La carrera de obstáculos que la música clásica tiene que sortear para mantenerse a flote es de gran dificultad. Pero, de forma curiosa, algunas de las peores barreras llegan desde diferentes ámbitos del propio sector, desde parte del público o de alguna crítica especializada. Es un fenómeno curioso, pero no nuevo.

Hace un ya unas décadas, Plácido Domingo, Luciano Pavarotti y J osé Carreras, encontraron, de la mano de un astuto productor, una fórmula imponente de difusión de la lírica y que, además, contribuyó de manera significativa a que ellos consiguieran imponentes beneficios económicos. Bajo la marca "Los tres tenores" llenaron estadios de fútbol y otros recintos en conciertos a los que acudían decenas de miles de espectadores que escuchaban, en muchos casos por primera vez, arias de óperas de Verdi o de Puccini y también alguna romanza de zarzuela o canciones napolitanas. Las críticas entre la profesión fueron feroces. Las de algunos colegas de los cantantes hilarantes. Dejaban ver la rabia de no haber dado ellos primero con la tecla adecuada para encontrar un formato de aceptación tan masiva. Y para la crítica aquello era algo masivo e impropio de cantantes de ópera que en nada favorecía al género. Indudablemente no estábamos ante representaciones líricas, ni ante un recital al uso en el recinto de un teatro. Las armas eran otras. Pero, al final, aquel movimiento propició un reconocimiento masivo para el conjunto de la lírica y sí acabó llevando a nuevo público a los teatros y, a la vez, eliminó ese rechazo que tantas veces se produce ante un mundo cerrado. Fueron capaces de competir con la música popular y reivindicar que se podía llegar muy lejos sin demasiadas renuncias.

Ahora estamos ante otras generaciones de intérpretes y muchos de ellos carecen de los prejuicios que tanto ataban en otro tiempo. Les da exactamente igual las opiniones de los supuestos "entendidos". Manejan sus carreras con otros parámetros y tienen muy claro que no se ponen barreras de cara al desarrollo de su potencial artístico. En el mundo del piano lo vemos con ejemplos increíbles como los de los chinos Lang Lang o Yuja Wang o la georgiana Khatia Buniatishvili. En el canto también hay una renovación que busca otros caminos y en la dirección orquestal Gustavo Dudamel ha demostrado que puede hacer una carrera de la máxima exigencia artística teniendo a su lado una popularidad inmensa, algo que, hace años, también supieron ver nombres como Leonard Bernstein o Herbert von Karajan.

Por eso produce tanta gracia la incapacidad de la crítica actual para asimilar estos fenómenos. Los comentarios a la reciente gira de Yuja Wang con la orquesta de Cámara de Europa por nuestro país han sido sorprendentes. Se notaba en los escritos preocupación por los metros de tela del vestido por la altura de los tacones de la pianista. Se leía entre líneas una recriminación de fondo porque este asunto de la moda "no es algo serio". Ella, sin embargo, sigue a lo suyo, tocando a un nivel altísimo y, además, abarrotando las salas de conciertos y teniendo que interpretar hasta cinco bises ante las interminables ovaciones que recibe por parte de un público del que forman parte "los de siempre" y también nuevas incorporaciones que se acercan por vez primera al mundo del piano. Eso es lo relevante, lo que importa. Atrás queda la nostalgia de un mundo que no existió mucho más allá de lo que algunos quisieron hacernos creer.

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