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Cuando Sherezade se escapó y volvió loco de deseo al sultán

Si la Sherezade de Las mil y unas noches se servía de la narración oral para aplazar la muerte, la del argentino Guebel (1956) recurre al sexo oral como puerta para escaparse del sultán y, con su huida, enloquecerlo. Guebel, cuya querencia por el orientalismo es antigua, porfía obra a obra en construirse su propio condado literario en ambientes exóticos a los que, para repeler vacuidades esteticistas, sienta en un diván-diwan. De modo que no es extraño que el sultán siembre caos y destrucción al perder a la mujer de cuya vida y muerte era juez y amo. Aunque todo se complica al sospechar que la huida y persecución sangrienta de Sherezade puede ser sueño o vigilia. Y esto es sólo el arranque de un volumen mínimo que, en tres relatos, estalla de potencia a ojos de lectores máximos. Porque cualquier narración de Guebel es sólo el umbral de acceso a una sombra donde el deseo se las tiene tiesas con la muerte.

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