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Poesía y discurso político del cuerpo

La conquista de un mundo propio y todo lo que ello conlleva

Difícil establecer una diferencia entre el discurso político, poético y corporal de la mujer, pues existe un eje que vertebra y mantiene en pie la estructura fundamental de ésta, tanto en vida propia como en obra; un eje que a modo de enjambre anuda y reafirma ideas, conceptos, reflexiones pero también experiencia. El cuerpo poético existe y se alza como manifestación de una necesidad de que su voz sea escuchada y que este hecho se traduzca en agente de cambio, de transformación, pues este hecho sigue siendo tan necesario como lo fue siempre. Seguimos necesitando recordar todas esas voces y palabras que mujeres y escritoras como Adrienne Rich, Sylvia Plath, Flannery O'Connor, Marguerite Duras, Emily Dickinson y la inagotable y fundamental Virginia Woolf repitieron de forma incansable: cuerpo, voz, política, compromiso, cuerpo de nuevo, mujer, habitación, territorio, lugar propio no sitiado, no asediado? Conquistar, en definitiva, la voz propia, el cuerpo propio, el espacio que cuerpo y voz necesitan para nombrar y nombrarse. La noche en la que Mery Shelley crea al monstruo vincula, atraviesa y rompe una barrera hasta ahora infranqueable: se dirige hacia el futuro y crea, al igual que sus compañeras lo hicieron antes y lo harán más tarde, una nueva realidad, un nuevo giro en la historia propia pero también en la de quien esto escribe, en la que más tarde escribirá y en quien lee ahora. Poesía, prosa, palabra, escaso valor romántico el que se esconde tras una realidad que ha de quebrarse para que una mujer pueda crear, escribir, habitar un lugar no prestado sino propio, condiciones fundamentales estas, que ahora parecen superadas (y no han cambiado apenas en forma o base) y que más que nunca han de ser recordadas para que la historia no se detenga y avance realmente. Compromiso poético y político como claves fundamentales para alterar el discurso de la historia que sigue sin tener en cuenta estas manos que tejen y tejen sin descanso este discurso poético y político que atraviesa la noche y el cuerpo para nombrar al monstruo de nuevo. Que sus faldas, y palabras, sean ciclones a modo de advertencia, o al menos, recordatorio. Volver a Marguerite Duras es imprescindible; una mujer que escribe es rara, es grave?

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