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Ensayo

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Ignacio Sánchez-Cuenca defiende la superioridad moral de la izquierda

Ignacio Sánchez-Cuenca.

En un libro publicado el mes de noviembre con el título Diez razones para ser de derechas y atreverse a decirlo, Edurne Uriarte manifestaba su rebeldía ante el orgullo con que los izquierdistas proclaman su ideología y el complejo de inferioridad que atenaza a los derechistas, afanados en ocultar la suya por una razón incomprensible. La politóloga vasca fue en su juventud una izquierdista entusiasta alineada con el nacionalismo contra el franquismo. Hoy es una militante convencida de la derecha, y hace publicidad de la etiqueta, las ideas y todas las virtudes que encuentra en ella. Otro politólogo, I gnacio Sánchez-Cuenca, sale a la palestra para decirle a su colega y a todos aquellos que se mofan de una supuesta superioridad moral de la izquierda que, sí, la división ideológica sigue vigente y que, en el plano moral, la izquierda es insuperable, aun habiendo que admitir las miserias de las que se ha visto rodeada en ocasiones.

Es obligado precisar, para poner las cosas en su sitio, que el libro de Sánchez-Cuenca es una refundición de varios artículos de prensa publicados durante la pasada primavera, por tanto, antes de la aparición del libro de Edurne Uriarte. En todo caso, resulta curioso que ambos coincidan en revindicar la ideología propia en medio de lo que consideran una conquista del espacio público por el adversario, que no dejan de lamentar con cierta amargura. En el fondo, sin estridencias, con mayor determinación ella, más escéptico y distante él, a pesar de sentirse parte del bando derrotado los dos parecen dispuestos a recuperar el terreno perdido.

En su libro, Sánchez-Cuenca enuncia de forma casi apodíctica la superioridad moral de los valores que cultiva la izquierda. La razón de que se haya impuesto moralmente a la derecha estriba en que persigue la consecución de la igualdad social sin permitir menoscabo alguno de la libertad individual. Los años dorados del estado de bienestar habrían sido la concreción máxima del ideal de la izquierda en la historia de la humanidad.

No obstante, Sánchez-Cuenca es muy consciente de que trata de mantener una bandera enhiesta, incólume, pero rodeado de un verdadero desastre. En las últimas décadas, la derecha ha cosechado una victoria intelectual clara gracias a que ha manejado hábilmente sus abundantes recursos. El ideal izquierdista se ha extraviado con bastante frecuencia, ocasionando a veces mucho dolor y grandes frustraciones. Los partidos socialistas se han visto seducidos por la tecnocracia economicista, han perdido el espíritu comunitario clásico y las sucesivas pérdidas electorales los están conduciendo a la agonía.

En el epílogo que completa el libro, que lleva por título "Elogio fúnebre de la socialdemocracia", una pieza de gran interés, se propone una recuperación del vigor moral que ha distinguido a la izquierda en dirección a nuevos objetivos que respondan a los problemas actuales. Cabe preguntarse, entonces, si para encarrilar el futuro de la izquierda política bastará con decretar su superioridad moral, vocear su bondad intrínseca o explorar nuevos empeños, como la integración europea, la renta básica universal, una regulación distinta del capitalismo financiero, la prevención del cambio climático o, de otra manera, no tendrá más remedio que recurrir a alguna suerte de populismo. Quizá no sea casualidad que el autor del prólogo, también muy interesante, sea Iñigo Errejón.

Como dijo el politólogo americano Robert Dahl a propósito de la igualdad política, a priori más factible que la social, la postulación de un ideal moral es irrelevante en la medida en que está fuera del alcance humano. Y esto es lo que ocurre de momento con la causa de la igualdad, por otro lado de obligado seguimiento. Esta es la conclusión de la experiencia histórica, incluida la de los países más avanzados durante la posguerra. Una ideología, si quiere ser tomada en serio, no debe ignorar la realidad, ni los límites de la naturaleza humana, ni puede desentenderse de las cosas que se hacen en su nombre.

El libro es poliédrico y suscita lecturas encontradas. El autor, un ensayista político lúcido y especialmente dotado para abrir debates públicos con polémica, como hizo con La desfachatez intelectual, ha sido capaz de aportar nuevas evidencias al estudio de la transición en Atado y mal atado, o de firmar un iluminador análisis político de la crisis, tal es el caso de otro libro suyo titulado La impotencia democrática. En esta ocasión, empieza la disputa por la primacía ideológica plantando la bandera de la superioridad moral de la izquierda y luego despliega interrogantes y argumentos en distintas direcciones que acaban cruzándose unos con otros, sin esquivar ninguna de las grandes discusiones que implican a la izquierda. Pero la pretensión de ganar la batalla ideológica a la derecha sin más munición que el valor moral de la igualdad se antoja a todas luces exagerada. El libro, en resumen, concentra reflexiones muy pertinentes que, sin embargo, sumadas, dan como resultado una propuesta algo endeble, pero sugiere pensarlo todo de nuevo con la fuerza que da la convicción moral de la izquierda de aspirar a lo mejor para la sociedad.

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