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Bloc de notas

Los cuentos perdidos del "hombre olvidado"

Dieciocho títulos, inéditos o jamás recopilados, de Scott Fitzgerald, juntos en una gran edición de Margaret Daniel

Los cuentos perdidos del "hombre olvidado"

Francis Scott Fitzgerald (St Paul, Minnesota, 1896-Hollywood, California 1940) fue uno de los narradores más refinados de la literatura de todos los tiempos. Escribió sus aclamadas grandes obras, siendo aún muy joven, en la década de los veinte del pasado siglo. A este lado del paraíso, El Gran Gatsby y Cuentos de la Edad del Jazz son de ese tiempo.

La mayor parte de las dieciocho historias perdidas que figuran en la colec-ción de Anne Margaret Daniel titulada Moriría por ti pertenece, sin embargo, a los años posteriores, los últimos de su vida, cuando internaron a su esposa Zelda tras una grave crisis mental y él sufría asedio financiero, padecía alcoholismo y problemas de salud. La estrella del escritor de moda había dejado de brillar y Scott canalizaba su desespe-ración por medio de la escritura. Muchos de los cuentos que ahora ven la luz en castellano gracias a Anagrama habían sido rechazados por las publicaciones que en el pasado se habían aprovechado de los destellos de popularidad del autor. "The Saturday Evening Post" y "Esquire", entre otras, preferían los relatos optimistas del esplendor sobre jóvenes ricos de existencias disipadas y flappers tontitas. Los lectores, durante la Depresión, no querían especulaciones sombrías sobre el suicidio y la enfermedad mental, ideas que no dejaban de rondar la cabeza del escritor. En una carta a Zelda en abril de 1940, justo ocho meses antes de su muerte por un infarto a los 44 años, Fitzgerald escribió: "Dios mío, soy un hombre olvidado".

Algunos de los cuentos recuperados por Margaret Daniel permanecieron durante años en los archivos, otros se dejaron de lado como las causas perdidas. Fitzgerald, a menudo, se resistía a aceptar las sugerencias de los editores de reescribir los textos o recortarlos, mientras abrigaba la esperanza de un trabajo más lucrativo en Hollywood. Las historias de Moriría por ti, inéditas o hasta ahora no recopiladas en un volumen, ofrecen el ejemplo de lo difícil que es sacar adelante un producto cuando la vida se ha puesto de acuerdo para ir en contra.

Hábilmente editado, el valor del libro no radica tanto en las historias que contiene, aunque algunas son muy buenas, en los fragmentos y escenarios de películas, como en la investigación literaria que propone. La que da título al volumen está impregnada del doloroso fracaso que acompaña a quienes, en plena juventud, el éxito les da la espalda en la industria cinematográfica y piensan que saltar al vacío es como hacerlo "a una cesta de cielos multicolores". Otra, Las mujeres de la casa, fue a parar a un cajón después de que los editores amenazasen con cortar seis mil palabras.

Fitzgerald no tardó en darse cuenta de que los editores le estaban castigando por negarse a escribir los cuentos sobre el amor joven y la riqueza que al principio de su carrera hicieron de él un autor de éxito. "Me convertiría en un pirata si repitiera el mismo producto durante tres décadas", escribió a uno de ellos. La afectación del amor romántico se había desvanecido en él mucho antes de lo que otros pensaban; en Scott anidaba la creencia de que había logrado demasiado joven un éxito fácil, y ahora necesitaba revivir como un autor de héroes maltratados que intentan buscar sentido en otro tipo de situaciones, intolerables o, al menos, inesperadas.

Los cuentos perdidos, afortunadamente, cuentan con una magnífica edición provista de esclarecedoras notas y alejada de las miserias póstumas habituales con exclusivo ánimo de lucro. Como explica Daniel, América y el mundo vivían la gran Depresión. La fortuna de Fitzgerald, tan alta años antes, había caído a la vez que la del país. A menudo estaba enfermo, en ocasiones se deprimía y viajaba ansioso entre Baltimore, donde él y Zelda se habían establecido con su hija, Scottie, y los distintos sanatorios en las montañas de Carolina del Norte. . . Escribía empujado por todo lo que estaba sintiendo. No se le puede pedir más honradez a un hombre así de golpeado por la vida.

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