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Arte

Daniela Zanzoni, una estética de fascinantes sensaciones visuales

Luminoso espectáculo entre la delicadeza oriental y el frenesí gestual propio de la "action painting"

Daniela Zanzoni, una estética de fascinantes sensaciones visuales

No aparece Daniela Zanzoni muy a menudo por las galerías asturianas, pero cuando lo hace suele depararnos exquisitos espectáculos de arte. Italiana de nacimiento, arquitecta de carrera, lleva más de cuatro décadas entre nosotros, primero completando su formación en pintura y escultura y luego entregada a un brillante trabajo de investigación y creación plástica, en silencio, pasando por el mundillo artístico con infrecuente discreción, cosas que podemos atestiguar quienes la conocemos de antiguo. Su arte fue primero una geometría de búsquedas, experimentando campos de tensión entre formas, en ocasiones tridimensionales, y sugerencias espaciales y a veces arquitectónicas. Fue así hasta que su geometría descubrió la luz y la forma de atraparla mediante la impresión digital sobre material transparente. Eso le permitió crear formas etéreas que parecían desvanecerse en el espacio entre espuma de color. Era a principios de siglo y presentó la nueva etapa de su obra en Madrid, una exposición titulada "7 años: la desmaterialización de la luz" en 2006, luego prolongada en Asturias aquella serie de imágenes sutilísimas, de sofisticados efectos plásticos.

Hubo un intermedio, dedicado a un muy diferente planteamiento, cuando en el año 2014 presentó en la antigua galería de Guillermina Caicoya una espectacular muestra de muy intensa conceptualización en la serie instalacionista titulada "Pasar página" con el libro como protagonista, completada con otra serie de construcciones geométricas. Pero ahora Daniela Zanzoni vuelve a pasar página para volver a seducirnos con la luz, el espacio, la forma y el color, solo que con una obra mucho más intensa y de mayor entidad y potencia plástica que su anterior experiencia con el arte digital.

Principio y fin es el título de esta serie de abstracciones gestuales que podemos ver ahora y que son de diferente naturaleza estética, aunque ofreciendo en todo caso fascinantes sensaciones visuales. En algunas, las formas de carácter circular se construyen mediante una red de pequeñas líneas densamente entretejidas y delicadamente articuladas, en ritmos gráficos cercanos a la elegancia caligráfica del arte oriental o que también permiten recordar las texturas de Mark Tobey, lo que nos permitiría acercar la obra de Daniela Zanzoni a la abstracción pospictórica americana y también encontrar vinculación con su propia etapa anterior sobre la desmaterialización de la luz. Sin embargo la delicadeza de la articulación lineal no niega la potencial energía de los trazos, empequeñecidos y constreñidos en el control formal que diseña la figura pero que se liberan con dramático estallido de gestualidad en otras piezas de exuberante frenesí expresivo digno de la mejor "action painting". Estas obras parecen proyectar sobre el espectador su crispada red de vigorosas líneas inextricablemente vinculadas y en ocasiones desbordan abruptamente los límites de la teórica composición. Son enormemente poderosas e irradiantes, sorprendentemente hermosas también.

El rojo y el negro protagonizan esta muy sugestiva exposición, aunque hay por otra parte un trío de pequeñas obritas en las que juegan también el blanco y el azul y que merecen mucho el placer de la contemplación.

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