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La compasión entendida como una palanca de muerte

Parece ser que entre los muchos oficios con los que se buscó la vida Horace McCoy (1897-1955) estuvo el de portero de garito en Santa Mónica. En los inicios de la Gran Depresión, McCoy, periodista deportivo y actor de teatro, se movió a Hollywood buscando hueco en alguna película. Sin embargo, lo suyo acabaría siendo la escritura. La de guiones y la de novelas del subgénero negro "hard-boiled", donde se extreman sexo y violencia. Fue cuando su tren circulaba por esa vía cuando el Hollywood de los fracasados y sus vivencias de portero le inspiraron su célebre ¿Acaso no matan a los caballos?, convertido en celuloide en 1969 como Danzad, danzad, malditos. Sin embargo, no piensen solo en el maratón de baile. La clave de esta joya anida en el velo seductor que un asesino tiende sobre el lector para convencerle de que matar a un desesperado es como sacrificar a un caballo herido para que deje de sufrir.

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