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Arte

Guillem Nadal: proyecto para una isla

Reiteración de un motivo como homenaje y expresión de pertenencia a un espacio y un lugar

Obras de Guillem Nadal que se muestran en la galería Gema Llamazares.

Es esta la primera vez que expone en Asturias el pintor mallorquín Guillem Nadal (Sant Lorenç, 1957), artista muy representativo del arte plástico del mediterráneo español, y es la suya una de esas exposiciones que merece la pena ver con especial interés y detenimiento para comprender que nos cuenta algo que va mucho más allá de un ejercicio pictórico, eso sí, de indudable calidad formal, sugestivo en su estética a menudo cercana a la monocromía y de expresión vagamente abstracta, más interesada por el cuidadoso tratamiento de materias y texturas que por el gesto. Generador de imágenes muy personalizadas en el estilo que las unifica, solo aparentemente reiterativas, dinámicas y en cierto modo teatralizadas, conviene recordar al verlas que esas imágenes pertenecen a una misma familia, como reza el título de la muestra: "Proyecto para una isla", y que Guillem Nadal vive en una isla: "camina incansable el contorno de la isla, registrando sus límites, tocando con las manos las hendiduras con las que el mar va hiriendo las rocas", se ha escrito de él, muy literariamente.

Teniendo eso en la mente seguramente se comprenderá mejor que estas reiteradas estructuras de tela, papel y pigmentos, sustanciosamente aprestadas, aquietadas y a la vez con vocación monumental escultórica, concéntricas, circulares o serpentinas como el cauce de un río, no son únicamente pinturas hermosas sino también portadoras de una simbología subyacente. Las que tienen vocación escultórica en los relieves, invitan a imaginar para ellas cierta dimensión mítica u onírica, como por ejemplo los restos de un teatro de tragedias griegas en un yacimiento arqueológico.

Pero, olvidando especulaciones que pueden seducir, supongo que estas pinturas son seguramente mucho más realistas de lo que puedan parecer, en el sentido de representar un sentimiento de entrañable identificación con un espacio y con un lugar, un testimonio del vínculo que une al artista con la tierra en la que vive y a la que ama, una manera de expresar pertenencia y también apropiación de un territorio. Visto así, bien podría llamarse arte aborigen a esta pintura.

De modo que, con el mar y el cielo como fronteras, como un náufrago, podemos imaginarnos a Guillem Nadal pintando de la misma manera incansable con la que recorre el entorno de su isla registrando sus límites y las hendiduras con las que el mar va hiriendo las rocas, porque a fin de cuentas, táctilmente, espiritualmente, eso es también lo que hace con su pintura y eso es algo que se transmite al espectador, que no es insensible a las señales del náufrago. suele suceder cuando un buen pintor, con la autenticidad de un sentimiento, insiste en reiterar un motivo casi obsesivamente para rendir culto a su paisaje con pintura tan mediterránea, tan sugestivamente isleña como ésta.

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