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Pensamiento

Una amistad filosófica

David Hume y Adam Smith, el vínculo personal que forjó el pensamiento moderno

Una amistad filosófica

A mediados del siglo XVIII, después de la firma del Tratado de Unión entre Escocia e Inglaterra que daba origen al Reino de Gran Bretaña, Edimburgo era una ciudad pequeña con una actividad intelectual intensa y brillante, que le valió el apodo de "la Atenas del norte". En aquellos años tuvo lugar allí la feliz y quizá irrepetible coincidencia de unos cientos de individuos con ocupaciones diversas, poderosamente atraídos por los grandes temas de la naturaleza humana, la sociedad, la moral, la religión, la política y otros, que habían desafiado desde siempre a los filósofos.

Los "literati", como se les conoce, eran escritores, arquitectos, pintores, científicos y médicos, entregados a la pasión de discurrir y conversar. Desplegaron sus ideas a través de universidades, clubs y sociedades, libros y revistas, y en los encuentros casuales o regulares en la taberna o en la misma calle. Según el historiador R. B. Sher se distinguían por su espíritu crítico, un aplomo en el juicio, el rechazo a todo trato inhumano y el deseo de transformar la sociedad tradicional. Sus inquietudes abarcaban todo lo concerniente a la vida de los seres humanos. Dieron un paso adelante definitivo al buscar el conocimiento en la observación y la experiencia. Innovadores, originales, escépticos y pragmáticos, en conjunto formaron lo que ha dado en llamarse "la ilustración escocesa". Nadie duda que brindaron uno de los momentos más lúcidos en la historia de la humanidad.

Entre ellos sobresalen David Hume y Adam Smith. Probablemente se conocieron en 1749 y pronto trabaron una sólida amistad que sólo terminó con la muerte del primero en 1776. Basándose en las 56 cartas que se enviaron, 41 escritas por Hume y 15 por Smith, el profesor de teoría política Rasmussen ha estudiado la relación entre ambos con detalle y su conclusión es que fue una amistad filosófica de muchos quilates.

Los dos concedían una importancia primordial en la vida a la amistad. A Hume le proporcionaba un gozo insuperable. Para Smith era la fuente primera de la felicidad. Compartían la vocación de pensar sobre los asuntos más importantes, fueron eternos solteros y se profesaban admiración y respeto mutuos. Residieron en distintos lugares, separados por cierta distancia, y Hume amaba la buena vida tanto como la tertulia, mientras Smith tendía a abstraerse en sus cavilaciones y estar ausente. Pero la motivación principal que los mantenía en contacto era el intercambio de ideas.

A pesar de su carácter extrovertido y el respeto que mostraba hacia todo el mundo, Hume chocó de frente con el ambiente religioso, que le impidió el acceso a una cátedra universitaria en dos ocasiones. Más prudente, Smith alcanzó el estatus académico de mayor prestigio de la época, la cátedra de Filosofía Moral, y aún hoy se debate sobre sus creencias y su actitud ante la iglesia presbiteriana que dominaba en Escocia. También se discute sobre la filiación política de ambos en sendas corrientes del liberalismo. Nada de esto, sin embargo, fue obstáculo para que ellos siguieran con su conversación filosófica. Hume solicitó con insistencia la opinión y la presencia de su amigo, al que invitó a su casa repetidas veces. En las dos grandes obras escritas por Smith, La teoría de los sentimientos morales e I nvestigación sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones, la huella de Hume, nacido doce años antes, es bien visible. Algunas de sus reflexiones son refrendadas por Smith, que las transcribe literalmente y las incorpora a su argumentación como propias. Las diferencias surgidas a propósito de sus teorías o de sus decisiones vitales no hicieron mella en el diálogo esencialmente filosófico que no dejarían de cultivar. La dedicación casi obsesiva a la filosofía, como demuestra la corrección continua a la que sometieron sus escritos, fue lo que acabó agotando su salud.

El relato que Rassmussen hace de las vidas y la amistad de Hume y Smith es minucioso, ágil y estimulante. Revela aspectos desapercibidos y entresijos que contribuyen a un mejor conocimiento de la ilustración escocesa. Incita a repasar las grandes ideas que alumbraron sus dos autores principales y revisar viejos tópicos, particularmente en el caso de Smith. En suma, se disfruta de la lectura de este libro como podemos imaginar que ellos disfrutaron compartiendo su pensamiento y su amistad fundada en la sabiduría y la virtud, la única, apuntó el primer economista moderno, que merece ese título sagrado y venerable.

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