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Música

Fuego amigo

La zarzuela necesita mayor compromiso institucional con la creación contemporánea

Hace tiempo el maestro Daniel Barenboim fue invitado a dar una conferencia en una de las numerosas asociaciones wagnerianas que hay en diversos países. Lo primero que expresó fue su escepticismo ante la propia existencia de esas entidades y del supuesto favor que le podrían hacer al propio compositor germano. Algo así sucede con algunas de las asociaciones de amigos de la ópera que acaban ejerciendo tal presión sobre el repertorio, reduciéndolo tanto, imponiendo unos criterios de programación tan estrechos que acaban haciendo más daño al género que el supuesto beneficio para el que originariamente fueron creadas.

Afortunadamente la paulatina profesionalización de los órganos de gestión ha llevado a que, poco a poco, se vayan aparcando prácticas amateur que resultaron muy dañinas y que generaron tremendos prejuicios entre la población ante determinadas expresiones artísticas como la lírica. Todo lo nuevo ha generado rechazos a veces viscerales. No ha sido un camino fácil puesto que, además, parte de la crítica fue incapaz de ir más allá de lo obvio y lo tópico y carecía de herramientas adecuadas para juzgar los cambios en su contexto adecuado. Es muy difícil valorar si no hay elementos para comparar, sino se está al día de las nuevas tendencias escénicas o de la propia interpretación musical que, de manera continua y paulatina, se va modificando.

La zarzuela, la lírica española en general, está en una tremenda encrucijada y, muchas veces, se percibe que sus grandes defensores, aquellos que le profesan lealtad extrema, acaban ejerciendo de enterradores. La zarzuela sufre una acuciante pérdida de público, y la edad media del que queda es muy elevada. Ante esta realidad los pocos teatros que tienen una apuesta seria por el género tratan de lanzar nuevos proyectos, y todo aquello que se sale de los canales establecidos acaba generando malestar y polémica. Es lógico que al espectador tradicional le resulten chocantes nuevas versiones que trastocan los títulos de repertorio. También en la ópera se generaban grandes altercados ante lo nuevo. Lo que ya resulta más llamativo es como los supuestos profesionales no tengan capacidad para entender que algunas "innovaciones" lejos de ser tan atrevidas están en la propia esencia de un género mestizo que hizo de la mezcla un hecho que definía su personalidad. Y luego está la reticencia a las nuevas obras. Sólo se habla del rescate -en el que todavía queda mucho por hacer- y del repertorio, pero se quiere truncar la vía de la creación contemporánea. Supuestamente, por falta de interés de los jóvenes compositores. Es una gran falsedad. Tras el estreno el año pasado en el teatro Campoamor de "Maharajá" en la Fundación Musical Ciudad de Oviedo tenemos una decena de prometedores proyectos de jóvenes compositores de toda España con la zarzuela como eje: existe el interés, lo que falta es fomento nacional de la creación en este ámbito, y redes para conseguir que las obras tengan vida más allá del estreno. La creación contemporánea es vital para cualquier género. El escenario no es un museo, es algo vivo y nuestra realidad cuadra perfectamente con el devenir histórico de la zarzuela. Hay un dato muy relevante: en estos dos últimos años en Oviedo, las propuestas más vendidas fueron el estreno absoluto y las zarzuelas de repertorio sobre las que se realizó una profunda revisión dramatúrgica. No sólo acudió a verlas más público que a ninguna otra, sino que la media de edad de los asistentes bajó de manera muy apreciable. Es bueno manejar este dato porque puede ser un indicador definitivo..

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