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Fondo Norte

Pudo ser el comienzo de una bella historia

El triunfo sobre un cómodo Palermo no debe significar que nadie se caiga en la piscina de la euforia

Pudo haber sido el comienzo de una bella historia. El partido ante el Palermo, claro, resuelto por el Sporting de Primera con un claro tres a uno y con un juego que ha servido para inyectar esperanza en los muchos seguidores que añadieron El Molinón a la cantidad de atractivos que ofrece estos días Gijón, una ciudad que está a reventar. Tres a uno a un Palermo de la Serie A de Italia, que dejó detalles de que conoce el oficio, pero que anduvo por el césped con el esperado e inevitable aire de excursión que para el equipo italiano ha tenido el "Villa de Gijón".

La presentación del Sporting, del ya eterno Sporting salvo la muy estimable aportación del único recién llegado, Omar Mascarell, que ofreció detalles de muy alta consideración, ha resultado feliz, pero sin que desate la euforia, tan contraproducente en todos los órdenes de la vida, y, sobre todo, en el fútbol. El equipo de Abelardo, que estrenó las nuevas camisetas de la raya azul en la espalda que, dicho sea de paso, no causó ninguna reacción en la grada, ni favorable ni desfavorable; el equipo de Abelardo, decíamos, mostró su ya conocida solidez defensiva, su admirable trabajo en todas las zonas del campo y, ayer, un acierto rematador inusitado. Cuando parecía que el partido le venía grande a Carlos Castro, que había perdido algunos balones y que había combinado mal, se destapó con uno de esos goles que los saca de la chistera: un quiebro perfecto en el área y un pepinazo alto y cruzado imposible para el portero italiano, que fue italiano desde el minuto uno con una absurda obsesión por perder tiempo.

Si el gol de Carlos Castro fue de mérito, qué decir del de Lora, en cabezazo en semiplancha, a certero pase de Jony, que se movió por las dos bandas en busca de espacios y de capacidad de sorpresa ante la recia defensa de cinco plantada por los sicilianos. El gol del precoz Mendi fue fruto de la perseverancia del goleador, que vio cómo el asistente le estropeaba la celebración dedicada a una futura madre, porque en el anulado y en el válido había participado en la jugada y había aprovechado el rechace del guardameta. El gol siciliano, ya muy avanzado el choque, no borró la sonrisa del pueblo fiel rojiblanco, que ya ha vivido la primera noche feliz del regreso a Primera de un equipo que tiene una muy escasa capacidad de maniobra en el mercado, pero que cuenta con una plantilla de chavalería que anuncia un crecimiento muy sano. Pongamos que los ejemplos más claros puede que sean Pablo Pérez, que, escorado a la banda derecha, impuso su calidad en el regate y su temple en los centros hasta convertirlo en uno de los hombres del partido. El otro puede ser Jorge Meré, que desplegó su categoría defensiva en los minutos que tuvo y que confirman la espléndida impresión que causó en el final de la temporada triunfal.

El equipo rojiblanco ha hecho felices a los suyos, pero, faltaría más, no ha hecho más que ganar un amistoso ante un rival que se tomó el partido con cala veraniega. Ojalá la victoria sobre el Palermo sea el comienzo de una bella historia, pero que nadie se lance a la piscina de la euforia ni aproveche la Semana Grande para lanzar las campanas al vuelo. Queda mucha tela. Mucha.

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