A la primera de cambio, cuando ya no hay sitio para pruebas ni excusas sobre la preparación, el Madrid confirmó lo que llevaba apuntando durante toda la pretemporada: Benítez tiene mucho trabajo por delante. Las ausencias de Cristiano Ronaldo en varios partidos de verano sirvieron de coartada para justificar la sequía goleadora. En Gijón se pudo comprobar que, con el nuevo estratega, hasta al portugués le cuesta ver puerta.

Como el fútbol es tan cambiante, las primeras conclusiones sobre el Madrid de Benítez solo pueden ser provisionales. Pero ya empieza a ser sospechosa la insistencia en querer convertir a Gareth Bale en el mediapunta del equipo. Y por ahí se intuyen algunas de las razones por las que Florentino Pérez decidió cargarse a Carlo Ancelotti para sentar en el banquillo a un entrenador más sensible con el mandato presidencial.

Desde su llegada al Madrid, el juego de ataque blanco estaba al servicio de Cristiano Ronaldo. Con la banda izquierda como punto de partida, el portugués alcanzaba posiciones de disparo en condiciones ventajosas. Desde que Bale ha centrado su posición, a Ronaldo se le nota más incómodo. Tampoco parece funcionar las continuas rotaciones de los cuatro jugadores más adelantados.

Pero el problema del Madrid viene de atrás. La primera etapa de Florentino Pérez empezó su declive con la marcha de Makelele porque provocó un casting de mediocentros defensivos condenado al fracaso. Ahora puede ocurrir lo mismo por la falta de un especialista en esa posición. Kroos, que dio motivos para la esperanza en sus primeros meses como madridista, se dedica a cumplir con espíritu funcionarial con una misión que no le llena, añorando la etapa del Bayern en que asaltaba el área contraria con frecuencia.

Modric sí parece dispuesto a echarse el equipo a la espalda, pero más como enlace con los cuatro de arriba que como origen del juego. Y, por lo visto en Gijón, Benítez no confía mucho en el rendimiento de Illarramendi, Casemiro o el recién llegado Kovacic, al que se vio perdido, en una posición indefinida, en su estreno oficial de blanco. Es lo que pasa cuando a la cabeza visible del club le da por convertirse en el secretario técnico.

Florentino Pérez se marchó hace casi diez años despotricando contra los futbolistas y lamentaba haberles consentido demasiado. En su segunda etapa prefiere reducir a la mínima expresión el papel de los entrenadores. Busca a los que trasladen al campo sus ideas o sus intereses, para sacrificarlos en cuanto vienen mal dadas. Benítez ya sabe que tanta docilidad no le garantiza nada.